Capítulo 17. Besos con sabor a melocotón.

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Kirah Meller

Encerrados en un ascensor ¿Nada podía ir peor? ¿No?

—¿Kirah?

—¿Sí?

—¿Estás bien? —pregunto algo aturdido mi profesor.

—Sí.

—No has respondido mi pregunta.

¿Enserio todavía pensaba en besarme cuando estábamos varados en un ascensor? Nadie saciaba esa sed, lo peor es que yo también la tenía, esa de volver a probar sus labios.

—No me molestaría que me besara, pero no sé si sería prudente, pudieran venir a rescatarnos en cualquier momento.

—No te preocupes, seré rápido ¿O no?

Se acercó con una agilidad, dejándome pegada al cristal frío del ascensor, la baranda doblando mi espalda.

—No sabes cuántas beses e soñado con volver a probar tus labios —susurro en mi boca, a una distancia peligrosa.

—Pues deja de soñar y hazlo realidad.

Sus labios se pegaron a mí como la miel, solte un suspiro de sorpresa. Su piel irradiaba calor y yo estaba temblando de todo lo que me hacía sentir en sus manos. Sosteniéndome de la cintura con ambas manos y una firmeza para seguir temblando. Entre besos dijo:

—Sabes a melocotón.

No podía pensar con claridad, pero me las arregle para responder:

—Es el labial.

Hiciste buena elección, de labial y de hombre.

Sus labios bajaron por mis comisuras, cuello y clavícula luego de abandonar mis labios lo que me arranco un gimoteó, quería seguir besándolo.

—Kirah —susurró.

—¿Qué, qué?

No sé cómo esas palabras lograron salir, pero lo hicieron.

—No puedo parar de besarte ¿Tú quieres que continúe?

—Sí —respondí en un susurro casi suspiro.

—Pues...

Sus palabras se quedaron a mitad, gracias a un ruido que espanto toda expectación. Luego vimos unas palancas halando las puertas del ascensor. Habían venido a rescatarnos ¿No podían esperar más? Yo quería saber qué continuaba.

Kirah Meller

. . .

Erika —la chica que se había sentado a mí lado en el avión— y Raymon llevaban buen tiempo hablando entre ellos, al parecer habían congeniado, o quién sabe si algo más. Keller comía en otra mesa junto a otros maestros, yo no podía apartar la mirada de él, de ves en cuando me veía de soslayo y yo sentía el calor en mis mejillas, pero no podíamos hacer nada más, el ascensor nos había dado una privacidad que no volveríamos a tener.

—Esta guapo ¿No? —Dijo Erika.

Le dirigí una mirada, tenía ojos, todo el que tuviera ojos le parecería guapo mi profesor.

—Sí.

—Se gustan —fije mí mirada, pero ahora en lo que había soltado el pelirrojo.

Erika con los ojos agrandados me miró.

—¿Tienes algo con... ? ¡Joder!

Media sala la miro.

—¿Verdad? —comento el chico.

Hoy tengo clasesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora