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Emilio

Subió los escalones con los ánimos por los suelos, Albert le dijo que se preparara y se diera una ducha en lo que Emilio y Nikolás llegaban para ponerse de acuerdo en lo que harían. Él realmente quisiera ir corriendo a buscar a Joaquín y a Alejandra, pero ¿A dónde iría? no sabe ni siquiera dónde buscarlos, está completamente seguro que Seidy no es una tonta y no los tiene en su casa, sabe que están en un lugar que él no conoce y eso lo hace perder más la cabeza.

Siguió su camino por los pasillos de la mansión hasta llegar a la puerta que se encontraba en el fondo, suspiró y entró, los recuerdos abrumaron su mente, quería llorar, pero sentía que ya no tenía más lágrimas que sacar, cerró la puerta detrás de él y su vista se posó en la fotografía de su padre sobre el escritorio, en una esquina del despacho de Juan había un pequeño altar en dónde estaban las cenizas y fotos de él junto a algunas flores que su madre había puesto recientemente, tomó la foto entre sus brazos y se sentó en la silla en la que se sentaba el mayor de los Osorio.

- Perdóname papá....no los protegí cómo debía - susurró abrazando con fuerza la foto de Juan.

Algo en él se había acabado, su parte noble y bondadosa se había esfumado, el odio crecía con el paso de los minutos, quería que su padre estuviera y le dijera lo que tenía que hacer, necesitaba que alguien le diera una señal, necesitaba despejar el dolor de su mente y su alma para poder concentrarse en sus movimientos. Emilio era muy inteligente, incluso más que Juan, tenía una puntería impresionante y el miedo no era algo que conociera, pero con la llegada de Joaquín nuevos sentimientos nacieron dentro de él y uno de ellos fué el miedo de perderlo. El dolor lo cegaba completamente y no lo dejaba pensar en otras cosas que no fueran desgracias. Quería matar a todos, quería tener frente a frente a Seidy y vaciar su pistola en ella, necesitaba matarla por la seguridad de su familia.

- Dame una señal Papá, necesito encontrarlos - susurró viendo a las cenizas de su padre, por alguna razón sentía que Juan estaba junto a él, toda la esencia de su padre vivía en ese despacho, el olor de su perfume mezclado con el olor del tabaco era lo que se respiraba ahí.

Suspiró y abrió una de las gavetas del escritorio, buscaba algo, pero no sabía qué, debajo de un bonche de documentos había una caja aterciopelada color negra con su apellido grabado en Oro, la sacó de ahí y cerró el cajón, la colocó sobre el escritorio y la observó por unos segundos, con la mano temblorosa la abrió y una lágrima se deslizó por su mejilla, una Glock 44 con detalles en Oro estaba dentro, el Arma de Juan estaba ahí, en un movimiento de un segundo le quitó el seguro y apuntó a la puerta frente a él, la pistola le quedaba perfecta y era justamente cómo la suya, pero un modelo más viejo, bajó el brazo y colocó el arma a un lado de la caja cuándo vió que había algo dentro.

Una pequeña bolsita con 15 gramos de cocaina estaba dentro de la caja, Emilio tragó saliva audiblemente al verla, desde el día en el que Eduardo le dijo dónde estaba Joaquín había dejado por completo las drogas, no era un drogadicto compulsivo, la consumía casi nunca, lo hacía cuándo tenía que hacer negocios muy importantes y así poder pensar claramente, ¿Le funcionaba? Sí, ¿Estaba bien que lo hiciera? No.

Muchos pensamientos invadieron su mente. Su padre siempre le dijo que la droga no era mala si sabías consumirla, éste la utilizaba cuándo necesitaba tener todos sus sentidos abiertos por cualquier motivo y Emilio necesitaba eso en éstos momentos, necesitaba sentirse bien y no darle paso a sus sentimientos para que no lo afectaran, no podía fallar en nada, un movimiento en falso podía costarle la vida a Joaquín ó a Alejandra.

Sacó su billetera de su pantalón y tomó su tarjeta de crédito, la dejó sobre el escritorio y vació un poco de la bolsita sobre éste, con su tarjeta hizo una linea delgada, sabía cuánto necesitaba, no más que esa porción, acercó su rostro y cerró los ojos, inhaló todo y se dejó caer sobre el respaldo de la silla, Todo se comenzaba a sentir ligero, su respiración era tranquila, abrió sus ojos y todo era borroso, segundos después su vista se aclaró, sentía que veía mejor, escuchaba mejor y se sentía mejor, la preocupación en su pecho no se iba, pero estaba más despierto.

365 Days // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora