XI

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No dije nada, era mejor así. Asentí levemente agachando la cabeza poco a poco, acerque el bol cuyo contenido se había convertido en cacao, y, absorbí el poco líquido que quedaba. Creo que Katie entendió muy bien mi silencio, pues, cuando el bol tocó la mesa de madera, su mano libre, agarró la mía con algo de fuerza.

—Tengo que irme.
Expresé en un hilo de voz prácticamente inaudible.

Le di un beso a Katie en su pelo negro, que, sutilmente estaba recogido en una coleta mal hecha. Ella sonrió como devolución de un gesto, que, para ser sinceros, fue poco para mí.

—Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites Katie.
Era algo que había pensado desde la noche anterior, ayudarla, y, darle un lugar seguro. —Y si necesitas cualquier cosa me escribes o me llamas, mi número está en la nevera. —Quizás suene extraño, pero, como fue bastante planeado decirle que si quería podía quedarse, había preparado todo, todas esas cosas que pudiese necesitar o, quizás a mi. Por ello es que dejé mi número en la nevera. Ya que Katie y yo, jamás nos dimos los números.

Katie, algo distraída, mirando su Movil apagado y jugando con este con dos de sus dedos, asintió sin mirarme. Me despedí de Oisin y me marché, dejando allí a la mujer que tan locos volvía a la mayoría de los estadounidenses.

Al llegar al trabajo Saskia me saludo como de costumbre, aunque, para ser sinceros, su rostro estaba bastante apagado, las ojeras se le marcaban, y estaban sus ojos azules tan hinchados, que prácticamente, no se podían ver sus ojos.

—Oye... ¿Saskia estás bien?
No quería meterme donde no me llamaban, pero, como buenos valores que me enseñaron, necesitaba saber si la joven de pelo rubio y ojos claros, estaba bien.

Saskia me miró un momento con cierta dulzura, y, complicidad, negó débilmente y se sentó en una pequeña silla que teníamos donde nos cambiamos.

—Mi novio me ha puesto los cuernos.
No fue ninguna sorpresa para mi, pero sí para ella mi reacción. —Llevábamos nueve años, y lo tira todo a la borda por una niñata con la que se lleva acostando año y medio. —Eso sí que me pillo por sorpresa. —Les pille ayer, en nuestra cama, en nuestra casa...

Abrace a Saskia. Era lo único que podía hacer, esta, al notar el contacto, provocó que su cuerpo comenzara a temblar, y así de nuevo, volver a ese mar de angustia que la chica, no conseguía apagar.

—Porque no le dices a Sam que te vas, yo te cubro esas horas.

—No, es que tengo que trabajar, además así me distraigo. —La pobre tartamudeaba. —Tengo que cuidar de Tomy ya que este capullo de mierda no lo hace.

—¿Tienes un hijo?

La joven asintió. Saco el Movil y me enseño la foto del pequeño que tendría unos cinco años de edad. Era como ella, exactamente igual pero en pequeño, aunque, tenía una viveza increíble.

—Es muy mono.
Saskia sonrio. —Estoy segura que le encantaría estar hoy con su mami, y créeme no creo que Sam te ponga problemas.

Al final si que hablo con Sam, se marcho y agradeció bastante que yo le cubriera las horas, aunque eso suponía que no estaría con Katie, aunque, pensándolo un poco, es muy probable que se fuese a su casa.

La jornada fue bastante dura, hubo mucha gente, y con mi inglés me tuve que pelear bastante veces, aunque, para Sam no fue ningún problema, a veces la miraba, y siempre me sonreía y animaba a que siguiera. Era como nuestro ritual, mientras la gente miraba y esperaba impaciente.

Me tome un descanso, el mejor descanso que podía tomar tras más de 9 horas de trabajo. Un descanso que me llevo a consumir a un viejo amigo, un amigo que escondido me pedía a gritos volver a mi vida. El dios de la nicotina, el manjar del pues del sexo, el maravilloso talismán del estrés y días malos, y aunque no era un mal día, si era un día para consumirlo. Disfrute del aire fresco sentada en una silla detrás de la tienda, ahí, donde mis compañeras normalmente hablaban con sus parejas, y donde yo, después del tercer día, solo disfrutaría del maravilloso silencio, y, un poco de nicotina. Pero, entonces, en ese maravilloso silencio y soledad, sonó mi teléfono.

No guardado: He ido a verte y no estabas

Maryem: Mmm... ¿Quien eres?

No guardado: ¿No me has guardado? Bueno, dime dónde estás, necesito que hablemos.

Maryem: ¿Katie?

No guardado: 🎉🎉🎉🎉

Maryem: estoy detrás de la tienda.

La guarde, en ese mismo instante, pero no como Katie, hice algo bastante estupido, algo que a mi, me daría muchas esperanzas. "Afrodita ❤️"

Seguí fumando y a lo mío, quizás porque no era un buen momento, también, porque las palabras de Katie me habían rayado en exceso, así que seguí con el manjar esquísito, seguí desprendiendo ese humo de mi cuerpo hasta que una sombra me quitó, los maravillosos rayos de sol que tanto, me estaban quemando.

Note sus manos acariciar mis hombros, fue una caricia tierna y dulce, un mimo suave que dejó caer mi cigarro al suelo.

—¿Lo disfrutas?
Se sentó a mi lado, cogió el cigarro y se lo puso en la boca.

—No sabía que fumaras.

—A veces, según el momento y como me sienta.
Hablaba tan tranquila, que solo me ponía más nerviosa, era una sensación extraña, como si hubiese hecho algo malo. —Natasha me ha llamado esta mañana, por lo visto los anuncios que grabamos, están subiendo tus ventas. —Sonrió.

—Bien, me haré rica.
Apoye mi mano en el pecho triunfante, lo que hizo reír a Katie.

—Siento si mi whatshap ha sido un poco... tajante.
Cogió mis manos. —Quería hablar contigo para que esta noche cenaras conmigo y celebráramos tus millones.

—Eres tonta.
Le di en el hombro. Me acerqué un poco, lo suficiente para notar su respiración contra mi piel, pero, recordé donde estábamos y me separé. Katie negó, me acercó de nuevo y beso mis labios, con esa ternura que tanto ella mostraba.

—Ni se te ocurra alejarte, si me quieres besar, bésame.

—Ni se te ocurra alejarte, si me quieres besar, bésame

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𝑺𝒊𝒏 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒓 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora