IV

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Jhose intento dejar el tema con una sutileza que hacía muchas veces mi hermano, movía la mano hacia un lado, y decía que canción quieres escuchar, era muy particular y verle a él hacerle eso, me llamó la atención, por lo que mire de una forma cariñosa. Él me devolvió la sonrisa, negó dulcemente y siguió conduciendo hasta una parte de la ciudad que hasta ahora no había conocido, ni siquiera la había visto el día del taxi, ni desde el avión.

—Esta es la manzana roja, la llaman así porque está llena de empresas. —Comenta caminando junto a mi. —Una amiga mía, es la directora de una de las editoriales más importantes del mundo, no he tenido que suplicarle ni nada, le he dicho que quieres conocerla y ya.

Asentí, no quería que nadie tuviera que dar la cara por mi, mucho menos sin conocerme lo suficiente.

El edificio era enorme, unos sesenta pisos llenos de oficinas y de gente que caminaban de un lado para otro junto a sus teléfonos y cafés. Jhose me abrió la puerta de cristal perfectamente cuidada que no tenia ni dedos marcados, ni ninguna otra mancha. Entramos y nada más hacer acto de presencia una mujer nos sonrió desde el mostrador que tapaba la mitad de su rostro.

—Buenos días. —Jhose se puso hablar con ella, como aún me costaba tanto el inglés decido mantener la mirada fija en los grandes ventanales que formaban la sala de espera. —Muchas gracias.

—Es precioso la verdad.
Jhose mira hacia donde yo miro, sonríe ampliamente.

—Ahora baja.
Dice sin apartar la vista del cielo, tal y como yo.

Debo decía que es una sensación de nerviosismo inimaginable, estoy en un lugar que podría cambiar mi vida de un salto, y sin embargo, pienso en ella, sin querer, viene a mi cabeza, sus ojos sobretodo. Ni siquiera me distraigo cuando Jhose ya no está a mi lado, no puedo percatarme porque ahora mismo no siento nada, solo miró al cielo junto con sus nubes esponjosas, esperando algo, que ni entiendo, ni comprendo.

Joshe toca mi hombro para llamar mi atención, es aquí cuando me doy cuenta de varias miradas clavadas en mi nuca.

—Ella es Natasha Lascovet.
Me tiende la mano la cual correspondo con una sonrisa que ella agradece.

Es una mujer hermosa, lo admito, el pelirrojo de su pelo brisa con los rayos del sol, sus ojos aún siendo color café, son intensos, como si quisiera leer tu alma. Tiene unas pequeñas pegas dibujadas en su nariz que la hacen tener cierta dulzura, pero su vestimenta, forma su firmeza.

Nos indica que la sigamos, y sin restichar lo hacemos. Sus tacones suenan con tanto ímpetu que parecemos niños castigados. Y aún con eso, el aura que desprende, es buena, para nada mala, todo lo contrario.

Nos lleva hasta su despacho que está diseñado con las mejores marcas de muebles, lo sé, porque cuando quise hacerme mi mesa gaming, me puse mucho al día con las mejores maderas etc. También hay fotos de ella y me imagino que de amigos o familia.

—Bueno Meryem, cuéntame.
Es cálida pero a la vez lejana. —Me ha dicho Jhose que eres escritora. —Asiento.

—Si. —Saco mi móvil buscando el PDF. —Tome es ese, está en castellano claro.

Joshe se encarga de traducirme, ya que estoy bastante trabada por el nerviosismo.

Natasha lee por encima, es probable que no entienda nada, pero se ve como presta atención delicadamente, descendiendo el dedo índice por la pantalla.

—Enviamelo, lo leo, y te cuento, dame máximo dos semanas. —Sonrie cálidamente cosa que Jhose copia chocandome los cinco. 

La verdad es que estoy estasiada, no puedo creer nada de lo que está pasando, pero pienso cogerlo, pienso ser positiva y intentar conseguir todos los objetivos posible, que el principal es que se me reconozca como escritora. Es lo que quiero y deseo.

𝑺𝒊𝒏 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒓 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora