XVII

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Los rayos del sol me despertaron, mis ojos luchaban por no abrirse y volver a cerrarse, pero, miré a mi derecha y ahí estaba ella, como la vez que dormimos juntas, solo que ahora era muy diferente, su piel estaba completamente desnuda cubierta por esas sábanas blancas que en la noche nos molestaban, sin embargo ahora eran como el quinto cielo. Acaricie lo único que podía ver, que no estaba tapado, sus hombros, en los que había dibujados algún que otro pequeño lunar.

Bese su hombro. Aprovechando que estaba dormida acaricie su rostro hasta sus labios.

—Ven aquí.
Me abrazo de repente, dejando mi cara en su pecho.
—No, no estaba dormida. —Besó mi frente mientras sus brazos me acogían.

Dormir en las nubes eso era estar así con ella, una sensación que jamás había experimentado porque con Katie, todo era especial, nuevo, y para nada incómodo, es más lo de anoche... incluso en el orgasmo, que no sabía que era eso, por no haberlo experimentado, Katie se comportó de una forma increíble. Me trato de una forma que no sabía que ella podía ser así. Como me vio avergonzada por lo que estaba a punto de pasar, me tapo los ojos con su mano derecha y la besó para que sintiera su respiración. Luego agarró con fuerza mi cuerpo mientras este temblaba, y en pleno grito depositó un dulce beso en mi nariz.

Luego, al acabar me sonrió. Ampliamente.

Recordarlo era volver ahí, sentir todo, sentir cada beso, sentir cada caricia, sentirla a ella, solo, tan solo, al cerrar los ojos, ella estaba ahí.

—Sigues pensando en lo de anoche...
Asentí. —Bueno mientras no te muevas de mis brazos piensa lo que te haga más feliz.

—Tú.

Se sonrojó un poco, para disimular besó mi frente y me acurrucó más a ella.

La verdad es que tener tantas sensaciones a la vez, me estaba perdiendo de la realidad, de las obligaciones, de mi trabajo, es cierto que al ser fin de semana no tenía que trabajar, y que había ido toda la semana incluso había hecho más horas, pero, cada día tenía más ganas de estar junto a Katie, dejar el caffe y dedicarme a lo mío de principio a fin. Por supuesto era un pensamiento egoísta, demasiado quizás, Katie yo empezábamos a conocernos un poco mejor, empezábamos a hablar más porque también, yo, entendía más.

Salimos de la cabaña vestidos con nuestros pijamas, Katie había preparado hasta el último detalle. El aire fresco golpeó mi piel despertándome, provocando que viera que anoche no fue un sueño, fue real, aún podía sentir sus caricias, sus besos... y eso, siendo sinceros me alteraba de nuevo, también imagino, que era normal, que las personas virgenes son más sensibles, y que, al fin y al cabo el cuerpo, al no estar acostumbrado, se activa con nada.

Natasha, Junior, Devi y Jhose estaban fuera hablando, reían a carcajadas mientras jugaban a las cartas, se les veía tan felices, me recordaba a mi madre, cuando ella y yo jugábamos y nos reíamos y todos esos problemas se iban.

—Hombre... buenos días
Sonrió Junior saludando con una mano. —¿Que tal anoche?

Me puse roja como un tomate, Katie le miró mal y Jhose y Devi le pegaron en un hombro.

—No te interesa.
Expresó Devi tendiéndole a Katie una taza de café.

—Siempre me llevo las broncas.

—Por que te metes donde no te llaman.
Defendió Jhose. Me tendió una taza. —Te he echado como tres cucharadas de azúcar y hielo. —Katie abrió los ojos, pero no dijo nada.

Disfrutábamos de la taza de café, pese a no ser como el de España, estaba bastante rico, tenía un sabor amargo mientras que te dejaba al tragar un sabor dulce en la garganta, algo extraño en Estados Unidos, ya que cualquier cafetería por la que pasara, tenía un café amargo en el que no echaban nada de leche, cero.

Para mi, estar con ellos, era, de una forma u otra, estar en familia, y a Katie también se le veía bastante agusto, distraída en sus propios pensamientos, bebía y miraba la finca de los padres de Jhose que a decir verdad, y pese a haber algo de niebla, se mostraba como un paraíso ante nuestros ojos. De hecho quien más lo disfrutaba era Junior con Oisin, no paraban de correr y jugar, cosa que a Katie le gustaba porque de vez en cuando mostraba una sonrisa.

—¿Te cuento un secreto?
Susurró Jhose. Asentí. Sus ojos estaban inyectados en un color más oscuro que el de sus ojos habitual, parecía que estaba enfadado, pero no transmitía eso, más bien pesar. Cansancio quizás. —Creo que Natasha y Devi se gustan. —Hablaba en susurros y en español para que, supongo, Katie no se enterará.

—¿Cual es el problema?

Dejó caer una respiración amarga. Tocó su taza con las manos como si quisiera calentarlas.

—Natasha está embarazada, temo que a Devi eso la destroce, al fin y al cabo la relación más larga de mi hermana, han sido dos meses.
Deje que hablara, Katie por su parte me dio un sutil beso en la mejilla y se fue con Junior. —Verás... mi hermana no aguanta a nadie, le cansa la gente, y Natasha es una mujer que aunque a veces tiene un carácter que dan ganas de matarla, es buena tía.

—Eso no significa que tenga que ser igual.
Acogí su mano libre con la mía para apretarla sutilmente.

—El último fue un tal Chaz, era buen tío, un poco tonto, pero buen tío, le dejo porque se cansó, y encima tenía una niña de ocho años, bien... pues mi hermana salió de esa relación por patas.
Se notaba que le dolía, que tenía como una guerra mental.

—Las dos son adultas Jhose, y no debes meterte, porque entonces el malo de la peli serás tú, déjalas que se vayan conociendo, a ver qué pasa.

Mostró una sonrisa con cierta sorna, negó varias veces y exhaló. —Creo que ya se conocen suficiente... —No entendí, por lo que levante una ceja. El cogió su taza y la apoyó en sus labios. —Han echo lo mismo que has hecho tú con Katie.

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𝑺𝒊𝒏 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒓 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora