Katie se sorprendió, asintió mirando hacia otro lado y bebió un poco del vino tinto que descansaba en su copa. No se porque dije eso, pero lo dije, tan atropellada que incluso me extrañó que Katie hubiese entendido algo. Era cierto, jamás me había acostado con alguien, si, había echo mis cosas pero sin llegar más allá. De hecho ahora recordaba el porque prefería no hacer nada.
Pago la cuenta. Y, nos fuimos.
De camino a casa las estrellas se escondían tras miles de luces que no dejaban ver nada más, que carteles, y focos. Llegó un punto en el que la morena decidió caminar descalza, por lo visto no le gustaban demasiado los tacones.
—Siento lo que he dicho antes... yo, no sé porque lo he dicho así.
Katie sonrió.—Me sorprende por tu carácter vacilón. —Paró en seco para mirarme. —Pero eso no quiere decir que me importe, son tus decisiones, aunque me gustaría saber el porque, entendería mejor tu carácter.
Asentí.
Una vez en casa Oisin se hecho a los brazos de su dueña, lamió su cara y estuvo pidiendo Minos durante un rato, Katie sin embargo estaba pendiente de mi, dio dos toques en el sofá, acto que hice.
—Cuéntame.
Acarició mi cuello en un pequeño masaje.—Cuando he estado con una mujer... en plan...
Me costaba mucho hablar. —Bueno ya sabes, no me gustaba que me tocara si que me besara pero no pasar de ahí, no me sentía confiada para dejarme hacer algo más allá. —Katie asintió dándome un pequeño beso en la mejilla. —Así que acababa haciéndole todo lo que ella quisiera, y yo la alejaba de mi.—Entiendo.
Me abrazo. —Todo tiene su momento y su tiempo.—Ya pero llegará un momento en el que tú querrás...
—Si, pero eso no significa que tenga que ser ahora, ni mañana, además tengo la cabeza muy cargada de cosas, y quiero que estes bien.
Se tocó la sien. —No voy a forzar nada, ni voy a dejar que tú me hagas y yo a ti nada de nada. —Acarició otra vez su sien. —Tengo mucho más que perder, tengo cuarenta años, casi cuarenta y uno, y tú eres muchísimo más joven, los cuerpos son diferentes, además de no ser ese tipo de actriz super mega delgada, ya tengo mis chicas.—Estas estupenda.
Me sonroje, ella también, pero lo disimuló con una sonrisa.—Venga anda, vamos a la cama.
Aquello me sorprendió. —¿Te molesta que quiera dormir contigo?—No, es solo que... ¿y si ronco?
—Pues roncare más.
Besó mi nariz.Como alguien con semejante carácter, tan duro, tan firme, podría ser tan buena tan dulce. Podía pasar de un extremo a otro en cuestión de segundos y eso, me encantaba, porque Katie no era una actriz tonta ni creída, era, simplemente ella.
La esperé en la cama, ya me había lavado los dientes, puesto el despertador y escrito a Natasha. Básicamente la regañaba por no haberme dicho nada, y, aunque es cierto que soy demasiado impaciente, necesitaba saber de esos porcentajes, además de las críticas. Estaba demasiado nerviosa, eran muchas emociones desde que llegué a Estados Unidos.
Katie apareció a los pocos minutos, se estaba repartiendo la crema de manos que imagino se echa antes de dormir, olía muy bien la verdad, llevaba un pijama azul con un koala que la hacía estar más mona aún, el pelo suelto y los pies descalzos. Se metió en la cama y me dio un beso muy suave en la mejilla.
—No te pongas nerviosa, porque créeme yo estoy como un flan, y si ambas estamos así... ¿Quien será la dura?
Me hizo reír.—Te pega más a ti, eres más mayor.
Le saqué la lengua, ella frunció el ceño y comenzó a asentir.—Pues creo que por carácter, te pega más a ti, vas de dura, aunque tienes un corazoncito increíble, pero vas de rambo por la vida, te comes el mundo, aunque luego como he dicho, entre que besas de vicio, y que siempre cuidas de todo el mundo... no se, quizás tengas razón y me pegue más a mi.
La miré, o, más bien me quede embobada, sus pupilas estaban súper dilatadas, y su pelo caía sobre sus hombros como el ala de un cuervo. Sus labios que estaban un poco abiertos, estaban inyectados en sangre, y sus manos que jugaban consigo mismas, junto con la tela blanca de las sábanas, formaba una escena que se quedaría en mi memoria por siempre.
Katie, comenzó a sonrojarse. Agachó la mirada y miró sus propias manos, nerviosa, acarició las sábanas.
Quería besarla, quería sentir de nuevo esas mariposas en el estómago. Aunque, siempre las sentía con ella, pero cuando su respiración chocaba contra mi piel, era otra historia. Acerque mis manos a un pequeño mechón que caía por su rostro, lo puse justo detrás de su oreja, así pude observar, mejor, su piel pálida y cálida. Katie no se movió, solo su respiración era testigo de seguir en este mundo, su abdomen que se movía de arriba a bajo, era el único indicativo de que todo iba bien.
Alejé mi mano, no quería ponerla más nerviosa, y, menos aún, que se sintiera acosada, asustada... —No, no te alejes. —Apoyó mi mano en su nuca. —Por favor sigue.
Con dos dedos, masajeé la nuca De la Morena muy despacio, está cerró los ojos echando su cabeza hacia atrás, dejando su cuello completamente libre, y, a la vista. Se estaba relajando, lo notaba en su respiración ahora si, bastante calmada. En un acto de fuerza feroz, que no supe muy bien de dónde venía, me puse de rodillas encima de ella, Katie, se sorprendió. Dudosa y retirándome la mirada, cerró los puños contra las sábanas, lo entendí, no quería tocarme, después de lo que habíamos hablado, intentaba respetarme, por ello, y sin saber muy bien ni porque ni como, cogí sus manos suaves, las arrastré por mis caderas y, retirando un poco la camiseta del pijama, dejé que tocara mi piel.
Sorprendida, y, algo asustada, ya que su piel se había quedado más pálida aún. Arrastró muy despacio sus manos hasta mi espalda, mirándome a los ojos, y, obligándome a mirarla porque simplemente mi cuerpo no reaccionaba, acarició la piel fría.
Mis manos, en un acto de heroísmo, de reacción, acogieron sus pómulos, y, sin poder parar mis propios actos, bese sus labios. Fue lento y exquisito de esos besos que llegan a tu alma, y, sin embargo anestesian esa parte de ti que creías muerta. Sus labios jugaban con los míos, y su lengua algo ausente, acariciaba mis labios. Intensificando mis ganas y también las de Katie, arrastre mi lengua por sus labios, lentamente hasta que estuvo dentro de su boca, allí, sentí el calor, sentí más sus ganas, sus manos que apretaron con un poco fuerza mi piel. Su respiración que era algo dificultosa y mis brazos que la atraían más a mi.
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𝑺𝒊𝒏 𝒒𝒖𝒆𝒓𝒆𝒓
Teen FictionTodo ocurrió sin querer, no fue nada que me imaginará jamás, mucho menos con ella, era prácticamente imposible, vivíamos en mundos diferentes, incluso, el idioma era un problema. Y aún así, su leve sonrisa iluminada por los rayos del sol, fue más q...