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Eun fue el primero en enterarse de la noticia.
Tal como les había dicho a los chicos la semana anterior, quería ir al circo, así que, cuando ellos se negaron a acompañarlo, decidió ir solo. Con horror, descubrió que la supuesta "atracción sorpresa" que habían anunciado con tanto entusiasmo, se trataba de un animal en peligro de extinción, un zorro volador.
En cuanto vio al pobre animal, encadenado y encerrado en una jaula, Eun se marchó del lugar.
Un día después, se enteró de que muchas personas se habían sentido tan asqueadas como él y de que estaban reuniendo firmas para que los dueños del circo dejaran de ofrecer funciones y respondieran ante la justicia por sus malas acciones.
Dos días después, el zorro volador desapareció. Los dueños del circo dijeron que alguien lo había dejado escapar; las cámaras de seguridad confirmaban sus testimonios. "Animalistas radicales", pensó Eun, preocupado por el destino del zorro. Si bien aquellos desconocidos tenían buenas intenciones, había sido una pésima idea abandonar en la ciudad a un animal herido y traumatizado, que probablemente había vivido toda su vida en cautiverio. Si no lo encontraban a tiempo, el zorro inevitablemente moriría.
Eun jamás imaginó que el zorro volador le haría daño a una persona. Había leído que eran animales pacíficos.
Cuando leyó la fatal noticia en el periódico online, lo primero que pensó fue que tantos años de malos tratos habían transformado al zorro volador en un monstruo. Y lo segundo que pensó fue en que no quería ser quien le diera la noticia a Jin Sik, pero que debía hacerlo de todos modos.
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El receso había comenzado.
Jin Sik estaba en el patio, sentado bajo un árbol, mirando la pantalla de celular como si estuviera hipnotizado.
Eun tragó saliva, nervioso. Mientras caminaba hasta donde Jin Sik se encontraba, rezó para que su amigo no matara al mensajero.
―¿Jin Sik? ―lo llamó por su nombre.
―Ahora no, Eun ―replicó Jin Sik, sin mirarlo. No sonaba molesto, sino cansado.
―Tengo algo importante que decirte ―anunció Eun.
―Ya te dije que ahora no ―le espetó Jin Sik con irritación.
―¿Has leído las noticias? ―preguntó Eun.
―No.
―Pues... bueno, yo sí y..., bueno, leí que... que...
Por fin Jin Sik miró a Eun. Todavía no sospechaba lo que su amigo intentaba decirle.
―¿Qué te sucede hoy? ―inquirió. Un atisbo de preocupación apareció en su mirada.
―Jin Sik, realmente lo lamento ―se apresuró a decir Eun.
Jin Sik se puso de pie y lo miró fijamente.
―¿Qué es lo que lamentas?
Entonces Eun comenzó a hablar muy deprisa.
―Los zorros voladores no son violentos. No sé qué rayos sucedió. Seguramente fue culpa de ese maldito circo, pero...
Jin Sik frunció el ceño.
―¿Por qué estás hablando de zorros voladores y del circo?
―No quiero decirlo ―dijo Eun, negando con la cabeza. Se había arrepentido. No quería romperle el corazón a Jin Sik.
―¿Acaso Won te pidió que me dijeras algo?
Eun volvió a negar con la cabeza.
―Lo siento mucho ―susurró.
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Won estaba en la biblioteca cuando Jin Sik apareció hecho una furia.
―¡Maldito bastardo! ―le gritó, asustando a la bibliotecaria y a todos los estudiantes que estaban allí.
El aludido miró a Jin Sik y, antes de que pudiera responderle con un comentario sarcástico, Jin Sik le dio un puñetazo en la cara.
―¿Qué mierda te pasa? ―exclamó Won, enfadado.
Eun llegó justo a tiempo para evitar que Jin Sik le diera otro puñetazo a Won. Le sujetó los brazos y lo arrastró lejos de su hermano.
―¡Won no tiene nada que ver! ―gritó, pero Jin Sik no lo escuchó.
El chico intentó soltarse, pero fue en vano, ya que otros estudiantes tomaron el lugar de Eun y lo sujetaron con fuerza.
―¿Cómo pudiste pedirle a tu hermano que mintiera sobre una cosa así? ―chilló Jin Sik, enfurecido, fulminando con la mirada a Won.
―¿Que mintiera sobre qué? ―preguntó Won, sin entender.
―¡Llamaré a la directora! ―anunció la bibliotecaria, pero los chicos no le prestaron atención.
―No es mentira, Jin Sik ―dijo Eun. Sacó su celular y se acercó a su amigo para enseñarle la pantalla.
La noticia estaba allí. El titular estaba escrito con grandes letras rojas; Jin Sik lo leyó dos veces, pero sintió que la frase estaba en otro idioma, uno que él no conocía.
―No es cierto ―gruñó Jin Sik―. No es cierto. ¿No lo ves? Es una noticia falsa. ¡Es falsa!
―La noticia está en todos lados, Jin Sik ―le aseguró Eun, desesperado por hacer que Jin Sik entrara en razón.
―¿Qué noticia? ―preguntó Won.
―Niran murió ―afirmó Eun.
―Son unos mentirosos ―replicó Jin Sik, riendo de una manera extraña, como si se hubiera vuelto loco―. Niran no está muerto. ¡Nos vimos hace cinco días!
―Ocurrió hace unas horas, durante la noche ―le contó Eun―. Lo siento..., de verdad...
―Han llegado demasiado lejos, chicos. ¿Se han vuelto locos? ―exclamó Jin Sik. Eun estaba asustado. Jamás lo había visto reaccionar de tal forma―. ¿Qué es lo que pretenden conseguir con esto? ¿Quieren vengarse de mí? ¿Quieren destruirme?
Jin Sik estaba fuera de sí; incluso Won sintió temor al ver la repentina transformación de su amigo.
―Jin Sik, por favor, cálmate ―le suplicó, dejando a un lado su rencor infantil.
―Niran no está muerto, ¿me oyes? ¡Niran no está muerto! ―vociferó Jin Sik, mirando en todas direcciones―. ¡¿Me oyeron todos?! ¡No está muerto!
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Cuando la directora llegó a la biblioteca, Jin Sik ya no estaba allí. Después de conseguir que lo soltaran, salió corriendo.
