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El décimo octavo cumpleaños de Achara se acercaba y, a pesar de los constantes y amenazantes mensajes, ella decidió celebrarlo de todos modos. Quería demostrar que no tenía miedo. Además, adoraba las fiestas y no estaba dispuesta a desperdiciar la oportunidad de celebrar una.
Invitó a todos sus compañeros de clase e incluso algunos chicos de cursos inferiores. Obviamente, Jin Sik, Won y Eun no estaban invitados, puesto que Achara los odiaba casi tanto como a su difunto hermano.
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Los padres de Achara gastaron mucho dinero en el cumpleaños de su hija. Organizaron una elegante y lujosa mascarada, y repartieron invitaciones entre todos sus influyentes amigos.
En cierto sentido, era como si Niran nunca hubiera existido. Sus padres no se comportaban como si hubieran perdido un hijo dos meses atrás. Era evidente que Achara siempre había sido la favorita, mientras que Niran sólo había sido un castigo y una carga para ellos.
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Todos los invitados asistieron a la celebración, llevando regalos costosos envueltos en delicados envoltorios de colores. La decoración de la mansión era muy glamorosa y combinaba a la perfección con el vestido de princesa que Achara había comprado especialmente para la ocasión.
El ambiente era perfecto. La selección de música era adecuada. Las copas de champaña y los trajes de fiesta brillaban con las luces.
Achara estaba feliz. Sin embargo, su fiesta no era tan perfecta como parecía, puesto que varias personas que no habían sido invitadas ingresaron a la mansión a sus espaldas.
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―No puedo creer que me convencieras de hacer esto ―se quejó Won, tomando una bandeja de canapés.
Hablaba en susurros. Nadie debía escucharlos.
―Jin Sik nos necesita ―replicó Eun, colocándose un antifaz blanco.
―Si Achara nos descubre, estamos muertos ―señaló Won.
―Todo saldrá bien, chicos ―les aseguró Jin Sik, colocándose un antifaz negro.
―Recuérdame porqué es importante que robes ese violín... ―dijo Won.
―Niran adoraba la música tanto como yo ―respondió Jin Sik―. No permitiré que tiren su violín a la basura o lo donen a caridad.
―Y yo no permitiré que Jin Sik haga esto por su cuenta ―añadió Eun.