𝟷𝟸

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Después de la muerte de Niran, Jin Sik se convirtió en la sombra del chico que había sido.

Primero dejó de hablar. Apagó su celular y lo guardó en el fondo de un cajón para no recibir mensajes ni llamadas. Durante las cenas familiares, permanecía en absoluto silencio, con la mirada clavada en su plato. No respondía a las preguntas de sus padres; ni siquiera los miraba. No quería ver a sus amigos, quienes lo visitaban con frecuencia.

Luego comenzó a faltar a clases. Abandonar la escuela no fue una decisión. Simplemente una mañana se despertó y no tuvo la fuerza suficiente para salir de la cama.

También abandonó las clases de música. No conseguía imaginarse a sí mismo cruzando la entrada del centro artístico. Desde que Niran y él se habían hecho amigos, la música dejó de ser la principal razón por la que asistía a esas clases. Estaba seguro de que vería a Niran en todas partes y sabía que no era lo bastante fuerte como para soportarlo.

Se quedaba encerrado en su habitación la mayor parte del tiempo. Apenas comía y dormía más de lo normal. Podía mirar el techo durante horas, con la mente completamente en blanco.

Pensar dolía. Recordar era una tortura. Sin embargo, a veces no podía evitar que sus pensamientos lo llevaran hacia Niran. Los momentos que habían compartido cruzaban su mente como una secuencia de película. Entonces, Jin Sik cerraba los ojos y veía a su amigo con total claridad. 


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Los padres de Jin Sik estaban muy preocupados por él. No sólo su actitud había cambiado, sino también su aspecto. Sus ojos siempre estaban rojos e hinchados, como si llorara todo el tiempo, mientras que su piel había palidecido debido a todas las horas que pasaba en el interior de la casa. Además, siempre llevaba puesto el mismo pijama y su cabello parecía el nido de una familia de pájaros.

Intentaron hablar con él muchas veces, pero Jin Sik no reaccionaba a sus palabras. Lo llamaron "débil". Le dijeron que "se sentían muy decepcionados de él". Pero Jin Sik se limitaba a encogerse de hombros.

Antes, la opinión de sus padres solía importarle mucho. Sin embargo, el nuevo Jin Sik creía que lo único realmente importante en la vida era amar y sentirse amado, tal como decía esa antigua canción. Lo que los demás pensaran no valía nada.


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Finalmente, la madre de Jin Sik consideró que el luto de su hijo se había prolongado demasiado, por lo que decidió llevarlo a la consulta de un psicólogo. Jin Sik no quería asistir, pero no opuso resistencia. Se encontraba demasiado débil como para negarse.

Durante las primeras sesiones, Jin Sik no le dirigió la palabra al psicólogo. Se quedaba sentado frente a él, imóvil, mudo y con la mirada fija en el suelo.

Al final de la tercera sesión, el psicólogo le preguntó:

―¿Hay alguien con quien quisieras hablar?

El destrozado corazón de Jin Sik se rompió un poco más. Nadie le había hecho esa pregunta. Alzó la mirada con dificultad y sus ojos se llenaron de lágrimas; luego asintió suavemente con la cabeza. Era la primera vez que se comunicaba con alguien desde el funeral de Niran.

―¿Puedo saber quién?

Jin Sik cerró los ojos y suspiró entrecortadamente.

―Niran ―susurró con voz rasposa.

La madre de Jin Sik había informado al terapeuta sobre la muerte de Niran y el impacto que había tenido en su hijo. 

―Niran era tu mejor amigo, ¿cierto?

Jin Sik volvió a asentir con la cabeza.

―¿Qué sentías por él?

Jin Sik abrió los ojos y miró al hombre con desconfianza.

―¿Qué quiere decir con eso?

El psicólogo notó de inmediato la hostilidad en la voz de Jin Sik, por lo que decidió abordar el tema con sumo cuidado.

―Era tu amigo. Supongo que lo aprecias, ¿verdad?

En su interior, Jin Sik agradeció que el hombre no hubiera hablado en pasado sobre lo que él sentía por Niran. Su amigo se había ido, pero eso no significaba que su afecto hubiera desaparecido. El resto del mundo parecía no entender ese detalle.

―Sí. Claro que sí ―respondió.

―¿Confiabas en él?

―Sí.

―Perfecto. Me alegra oírlo.

Jin Sik frunció el ceño.

―¿Por qué?

―Porque vas a escribirle a Niran.

El mentón de Jin Sik comenzó a temblar, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

―Él ya no está ―musitó.

―Pero podrías escribirle cartas.

―¿Qué sentido tendría? ―gruñó Jin Sik―. Es una estupidez.

―Sólo inténtalo, ¿de acuerdo? Y si no te gusta, no vuelvas a hacerlo.

Jin Sik lo pensó durante unos minutos.

―Él nunca leerá mis cartas ―afirmó.

―Es verdad, pero tal vez te sientas mejor. Seguramente hay muchas cosas que quieres contarle. 

Jin Sik analizó las palabras del psicólogo y se dio cuenta de que tenía razón.

𝑺𝒂𝒗𝒆 𝒀𝒐𝒖 | 𝐽𝑖𝑛 𝑆𝑖𝑘 | 𝐱𝐢𝐤𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora