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Después del enfrentamiento con Achara, Jin Sik corrió al baño de chicos y se encerró en uno de los cubículos. Quería llorar solo.
Sin embargo, Eun y Won lo siguieron. Fue fácil para ellos encontrarlo, puesto que su llanto se escuchaba en toda la estancia.
―Amigo, eso fue extremadamente dramático ―comentó Won.
―No lo hagas sentir peor ―le espetó Eun.
―No se preocupen... ―dijo Jin Sik entre sollozos, sin salir de su escondite―. No puedo sentirme peor. Todo lo que dijo Achara es verdad.
―Achara es una idiota ―dijo Won―. No deberías tomarte en serio lo que dice.
―¡Pero ella tiene razón! ―replicó Jin Sik―. Fui un cobarde.
―Creo que el duelo te está afectando el cerebro ―se quejó Won―. Jin Sik, ¿de verdad sentías algo por ese chico? Te conozco desde que eras un niño y me parece insólito que...
―¡Lo que Jin Sik haya sentido no es asunto nuestro! ―exclamó Eun, interrumpiendo a su hermano―. No es asunto de nadie, ¿de acuerdo? No tenemos derecho a cuestionarlo. Achara no debería haber convertido el dolor de Jin Sik en un espectáculo.
Won no respondió. Sabía que su hermano tenía razón.
―Niran está muerto ―murmuró Jin Sik. Acto seguido, abrió la puerta y miró a sus amigos―. Nunca estaré seguro de lo que siento. Es demasiado tarde.
Eun se acercó a Jin Sik y lo abrazó.
―Hay distintos tipos de amor ―lo consoló―. Tal vez estabas enamorado, o tal vez no. Algún día lo descubrirás.
Won frunció el ceño.
―¿Desde cuándo te volviste tan sabio? ―inquirió burlonamente.
―Se llama "madurar" ―bromeó Eun, mirando a su hermano por sobre el hombro de Jin Sik.
