²³ 𝐁𝐨𝐧𝐧𝐢𝐞 𝐚𝐧𝐝 𝐂𝐥𝐲𝐝𝐞

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6 meses después



Kenny no era un chico sentimental, pero cuando se enteró que Achara estaba internada en un hospital psiquiátrico, decidió hacerle una visita. Kenny no era muy bueno siendo honesto consigo mismo, así que, al principio, estaba convencido de que simplemente quería regocijarse en la miseria de Achara. Sin embargo, el verdadero motivo de su visita era completamente diferente.

―Ha pasado mucho tiempo, princesa ―saludó Kenny, sonriéndole a Achara.

Se habían reunido en la sala de visitas. A su alrededor había otros pacientes charlando con sus respectivos familiares. Reinaba una inquietante paz, pero los guardias sabían que, en cualquier momento, alguno de los pacientes podía tener un exabrupto.

Cuando el guardia le informó que tenía una visita, Achara no podía creerlo. Nadie quería verla. Nunca admitiría, ni siquiera para sí misma, que la visita de Kenny le había alegrado el día.

―¿Cómo conseguiste entrar aquí? ―inquirió con voz rasposa, fingiendo indiferencia ―. Son muy estrictos aquí respecto a las visitas, y tú luces como un gángster de cuarta categoría.

―Tan encantadora como siempre... ―se burló Kenny―. Bueno, soborné a los guardias con mi "dinero de gángster" ―le explicó―. Por cierto ―añadió, susurrando en tono confidencial― tu aspecto no es mucho mejor que el mío.

Kenny tenía razón. Achara ya no era la radiante chica que alguna vez había sido. Sus labios estaban agrietados y tenían un deprimente color violáceo, su cabello se veía opaco y sucio, y además estaba mal cortado, mientras que su piel estaba tan pálida que era posible ver algunas de sus venas. Por otro lado, la chica había perdido mucho peso. Era evidente que no lo estaba pasando bien. Parecía un fantasma en el purgatorio.

―¿A qué has venido? ―le preguntó Achara, aburrida del intercambio de cortesías.

―Quería conocer el final de la historia ―respondió Kenny―. Para mí, tú siempre has sido la protagonista de este cuento.

Achara se rió. Su risa sonaba como la de una bruja malvada.

―Bueno, pues mis padres creyeron que estaba loca, me encerraron aquí y luego regresaron a Tailandia. No es un final muy rimbombante, ¿verdad?

―¿Por qué creyeron que estabas loca? ―le preguntó Kenny, enarcando una ceja―. ¿Acaso les contaste que Niran era un vampiro?

Achara asintió con la cabeza.

―Realmente eres una estúpida ―le espetó Kenny, negando con la cabeza, sorprendido.

―Sí, lo sé. Perdí un poco la cabeza... ―musitó Achara, sumergiéndose en sus recuerdos. Kenny la observaba atentamente, sabiendo que estaba a punto de decir algo importante―. ¿Sabes qué? Siempre pensé que yo era la favorita..., la joya de la corona, pero... creo que mis padres me odiaban tanto como a Niran.

―Así que, cuando dejaste de ser la chica perfecta... ―empezó a decir Kenny.

―Ellos simplemente se deshicieron de mí ―dijo Achara, completando la frase.

Kenny asintió. Comprendía a Achara. Sus padres también lo habían rechazado en múltiples ocasiones.

―¿Por qué odiabas tanto a tu hermano menor? ―le preguntó Kenny. Sentía verdadera curiosidad al respecto.

―Porque en realidad no era mi hermano. Era un hijo bastardo de mi padre ―respondió Achara, con desprecio―. Oh, demonios, si lo hubieras visto cuando éramos niños. Era un mocoso tan patético... ciego, débil y cobarde..., no se parecía a mí en lo absoluto. ¿Puedes creer que los idiotas de mis padres esperaban que yo cuidara de él? Querían que fuera como una maldita niñera para no tener que preocuparse.

El odio y el resentimiento en la voz de Achara eran aterradores. Kenny no podía evitar sentir admiración por aquella horripilante persona. Después de escucharla, sintió que fácilmente podría enamorarse de ella. Había sido lo suficientemente buena para perdonarle la vida a su hermano, pero lo bastante perversa como para hacer que cada uno de sus días fuera un infierno.

Achara era la brillante oscuridad que Kenny siempre había buscado.

―¿Quieres salir de aquí? ―preguntó de sopetón.

Achara se rió otra vez.

―Ni siquiera me permiten salir al jardín ―replicó―. No quiero que vuelvan a escogerme como principal candidata para la terapia de electroshock.

―Estoy seguro de que en el circo podría haber un lugar para ti ―comentó Kenny―. A Monsieur Léopard le gustan las personas como tú.

Achara no daba crédito a lo que escuchaba.

―¿Como yo?

Monsieur Léopard no juzga ―murmuró Kenny. Se acomodó mejor en la silla y, mirando fijamente a Achara, hizo la pregunta otra vez―: ¿Quieres salir de aquí o no?

―No creo que puedas ofrecerme algo así... ―se burló Achara, aunque no pudo evitar sentir una pizca de esperanza.

Kenny se rió. Sacó algo del bolsillo de sus pantalones y lo colocó sobre la mesa.

Era una pistola. Achara se sorprendió, pero no quiso complacerlo preguntándole cómo había conseguido burlar el detector de metales.

―¿Tú contra todos estos guardias?

Kenny colocó otra pistola sobre la mesa.

―Tú y yo ―la corrigió, esbozando una sonrisa diabólica.

Achara se permitió sonreír.

―Estás loco.

De pronto, uno de los guardias vio las pistolas sobre la mesa.

―¡Hey, tú! ―le gritó a Kenny.

Kenny le guiñó un ojo a Achara y tomó una de las pistolas.

―La decisión está en tus manos ―susurró.

Achara no lo pensó dos veces. Tomó la otra pistola y se puso de pie, lista para pelear por su inmerecida libertad. 



Horas más tarde, Achara y Kenny iban en un auto robado, conversando sobre el futuro. Kenny conducía y Achara iba en el asiento del copiloto, mirando por la ventana.

―Quiero vengarme de mi hermanito ―afirmó Achara, riendo―. Es lo primero en mi lista de deseos.

―¿Y lo segundo? ―inquirió Kenny―. ¿Un cambio de look? ―bromeó, echándole un vistazo a su compañera.

―Desearía conocer a ese tal "monsieur Léopard" ―respondió.

―No te preocupes ―dijo Kenny―. Muy pronto lo conocerás.

Achara volvió a reírse. Nunca había sido tan feliz como aquella tarde. No le molestó que su feo camisón de hospital se manchara con un poco de sangre; había valido la pena. 

𝑺𝒂𝒗𝒆 𝒀𝒐𝒖 | 𝐽𝑖𝑛 𝑆𝑖𝑘 | 𝐱𝐢𝐤𝐞𝐫𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora