Prólogo

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Solía vivir con la cabeza en las nubes. Mirando al cielo y pensando que en realidad, todo lo que quería podía ser posible. Hasta que un día un cometa, el más hermoso y fugaz que haya contemplado nunca, me enseñó que no todo lo que se quiere se puede conservar para siempre.
Dicho cometa dejó en mi cielo un hermoso rastro, que como todas las estelas de estos curiosos astros, con el tiempo se fue desvaneciendo. Sin embargo permaneció visible para mí por años, en mi alma se quedó por siempre.
Por aquel tiempo me solían decir que yo brillaba en distintos colores e iluminaba a donde fuese, pero, nunca irradiaba tanto como cuando estaba junto a él.
Escuchándolo hablar, descubrí nuevos colores, sus risas creaban tonalidades, unas hermosas que nunca antes había tenido el placer de admirar. Para cuando me pude dar de cuenta, escucharle era el mejor de mis pasatiempos. Observarle a detalle se convirtió en un gusto culposo. Cancelar cualquier plan solo por si podía verle de casualidad, una costumbre. Entonces alguien me veía a su lado e inmediatamente de percataba de la forma en la que se me iluminaba la vida con solo verle o escucharle. Era innegable, inevitable.
Y sin embargo, cuando desapareció de mi atmósfera para no regresar en años o quizás por siempre, sentí que todos esos colores que en mi habitaban se iban con él. De hecho, entonces me llegaron a decir que era solo gris el color que percibían en mí. Como un precio a pagar por haber disfrutado tan de cerca su luz. No estuve molesta, era lo justo. Mi mundo brillaba más que nunca gracias a la estela de brillos que dejó a su paso. Y yo había sido feliz.
Realmente lo fui, porque aún y cuando ya no le tenía cerca, sus recuerdos me quedaban latentes y me provocaban sentimientos insuperables. Eso era más de lo que podía pedir.
Sí, sufrí su partida, se convirtió en lo mas duro que enfrenté a esa edad, me deprimí, alejé a todos, dejé de brillar. Pero aprendí mucho, en algún momento supe que debía avanzar, en algún momento pude levantarme sin que doliera el solo pensar. Fue un alivio, al mismo tiempo que fue aterrador. De pronto ya no sabía que hacer sin esos sentimientos ahí, luego de ser tan intensos dejaron una marca demasiado grande como para ser ocultada con banditas.
Aún así lo intenté, aunque fracasé. El polvo bajo la alfombra en algún momento se iba a salir.
Quiero contarles la historia detrás de ese cometa, que llegó a mí mundo para enseñarme que la felicidad es efímera y que los recuerdos de pequeños momentos, pueden ser luego lo único que tengamos de una persona. Que dichos recuerdos no pueden abrazarse, pero sí te pueden consolar. Que el dolor a veces es necesario para hacerte apreciar cuando algo o alguien te da paz. Que las personas pueden hacerse querer y a veces sin querer. Que nunca sabes cuánto tiempo va a estar una persona en tu vida, puede ser mucho como puede ser poco tiempo y por eso es mejor apreciar cada momento como si fuese el último.
Quiero hablarles del chico del que me enamoré.
Al mismo tiempo que a ti te cuento todo lo que nunca supiste, lo que no te conté.

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Querido Krush [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora