La vida puede llegar a ser bastante injusta... Muy, pero muy injusta diría yo.
—¿Frijoles? ¿Otra vez?— veo con cara de desagrado el plato sobre la mesa de madera vieja y me siento frente a este.
—Si, frijoles. Otra vez.— mi madre, una señora de cabello negro hasta los hombros, y apariencia un poco descuidada, se sienta en frente de mi— Es lo mejor en el menú, a menos que quieras comer la mitad del limón seco que hay en la nevera.— dice con un ápice de burla en su tono.
—No, no.— tomo una cucharada de la comida y la meto a mi boca rápidamente— Esto está mucho mejor.— muestro una sonrisa falsa.
De un tiempo para acá, la situación económica de mi familia a ido en picada, y nos hemos sumido en una decadencia para nada agradable; mi mamá no trabaja y no le ha ido bien en la búsqueda de uno, y mi padre es la misma historia y yo... Yo me he cansado de decir que todo va a mejorar... pero aún sigo esperando que pase.
—¿Y papá?— pregunto por mera costumbre, sabiendo la clara respuesta a la pregunta.
—No ha llegado desde anoche, de seguro sigue bebiendo.— hace una mueca de indiferencia.
—¿Por qué no me sorprende?— suelto una risa sin gracia.
Oh, claro. Olvidé agregar que mi papá es un borracho de mierda. En vez de buscar una forma de mejorar nuestra situación, la empeora al gastar el poco dinero que entra a la casa, en alcohol, pasando días en la calle, y regresando como una bolsa llena de bebidas alcoholicas, para dormír, comer e irse nuevamente.
—Ya sabes, cosas de tu padre.— come un poco de su comida con clara tristeza plasmada en el rostro— Aún me pregunto donde está el hombre divertido, amable y soñador del que me había enamorado.
Hago una mueca.
—No lo sé, mamá. A veces, también me pregunto dónde esta el papá que me cargaba en sus hombros y me trataba como a una princesa.— sonrío con nostalgia al recordar los viejos tiempos— Lo extraño.
—Yo también, cariño.
No entiendo la razón del porque mi padre se volvió así: un borracho sin remedio y sin miramientos. Antes de esta tan, pero tan horrible situación, él era un hombre divertido, sonriente y que se desvivía por nosotras. Siempre buscaba darnos lo mejor; nos trataba como reinas, pero, cuando cayó en aquél oscuro abismo del alcoholismo, no hubo retorno alguno y, aquél papá con el que podíamos ver películas en las noches, con el que podíamos reírnos hasta que nos doliera la barriga con sus chistes malos, con el que podíamos ir a comer hamburguesas en las noches cuando a mi mamá le daba pereza cocinar; simplemente desapareció. Fue echado del trabajo por haber ido un montón de veces en estados deplorables, comenzó a irse durante tres o cuatro días de la casa y regresaba apestando a alcohol puro y ni hablar de su comportamiento; su cariñosa forma de tratarnos a mi mamá y a mi, se convirtió en un trato violento y doloroso.
El papá de antes ya no existía.
Un estruendoso golpeteo en la puerta explota nuestra burbuja nostálgica. Ambas nos ponemos alertas, mi mamá se levanta de su silla y me pide que me vaya al cuarto.
—¡No te voy a dejar sola!— asevero con determinación.
—Ada, es una orden.— su voz suena fuerte— Ve ahora a tu cuarto y cierra la puerta con seguro.
—Pero... Mamá...
—Ahora.— zanja de una vez y no me queda más remedio que obedecerla.
Corro rápidamente a mi habitación y cierro la puerta con seguro, tal y como me lo pidió. Nuestra casa es bastante pequeña, así que se puede escuchar todo en el exterior claramente si hablan fuerte.
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¿Tan solo valgo... Mil dólares?
De TodoY creí que el vender personas solo ocurría en ficción, novelas o fanfics escritos por niñas de trece años. Soy Ada Ralis, y fui vendida a unos hermanos que son totalmente capaces de destruir mi estabilidad mental, emocional y quizas... Físicamente. ...