2. Rapto.

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Que alguien me diga que estoy teniendo una pesadilla, una muy espeluznante y vivida pesadilla.

Hace un rato, estaba comiendo frijoles con mi madre, sentada en la mesa de madera vieja... ¿Acaso los frijoles me están haciendo alucinar? Porque, hay un montón de hombres en frente de mi y mi papá está en medio de ellos, su rostro golpeado y lleno de sangre.

¿Es una pesadilla, verdad?

—Tu debes ser Ada.— el tipo de cabello peinado para atrás sonríe abiertamente, sus dientes estúpidamente blancos y alienados. Podría decir que le tengo envidia, pero, en este momento, no puedo pensar en nada más que no sea en lo cagada de miedo que estoy.

Me encuentro ramificada en mi lugar y creo que mis pulmones dejaron de funcionar correctamente.

Por favor... que todo sea una maldita pesadilla.

El tipo camina lentamente hacia mi, y yo simplemente no puedo sacudirme la estupefacción que me mantiene adherida al suelo, como si me hubieran echado un maldito pegamento en los pies; también envuelta en el miedo y los nervios. Un quejido de dolor que sale de la boca de mi padre hace que vuelva en mi y caiga en cuenta de la situación actual: hay hombres desconocidos que están metidos en la sala de mi casa, los cuales golpearon gravemente a mi padre.

Comienzo a retroceder, sintiendo mis piernas temblorosas, mientras que el tipo sigue caminando con una sonrisa dibujada en su rostro.

—Hey, Ada.— habla con tranquilidad— Se que esta en una manera muy particular de conocernos...

—¡¿Quién diablos son ustedes y que mierda hacen aquí?!— grito en medio de mi desesperación, cortando sus palabras. Camino hacia atrás hasta que me topo con la mesa que tiene lugar en la cocina.

—Okey, me presento...— hace un reverencia de caballero antiguo— Mi nombre es Luzbel, un placer.

¿Luzbel? ¿El nombre de un ángel caído? ¿Así no se llamaba el diablo?

...

¡¿Y que mierda me importa su maldito nombre?!

—Y... respondiendo la segunda pregunta,— mete las manos a sus bolsillos y me mira de arriba abajo. Que asco— simplemente vinimos a buscar lo que nos pertenece.

—¿D-de qué diablos hablas?— asevero. Mi corazón palpita rápidamente dentro de mi pecho, palpita de tal manera que podría dejarme sorda, ya que lo escucho retumbar fuertemente en mis oídos. Me sostengo con firmeza de la mesa para no flaquear, porque siento que me podría desvanecer en cualquier momento.

—¿No lo sabes?— voltea hacia la dirección de los otros hombres— ¿Acaso no le contaste a tu hija, Oscar?— un odioso mohin infantil se hace presente en sus labios.

—Si... yo... si...— balbuceos incoherentes salen de la boca de mi padre.

—Al parecer, si te lo dijo.— sonríe de forma inocente— Sin embargo, no está demás aclararte la situación para que no creas que esto ocurrió de forma aleatoria y que tienes una suerte de mierda.— carraspea para luego colocar ambas manos detrás de su espalda— Querida, tu padre te vendió.— alza una ceja— ¿Lo sabes, no?

Abro los ojos de sobremanera y me sostengo aún más fuerte de la mesa.

¿Entonces... es cierto? ¿De verdad mi papá me... Vendió?

¿Cómo si fuera un maldito objeto?

Como no respondo a sus palabras, él sigue hablando— Me pareciste un buen juguete cuando tu padre nos enseñó algunas fotos tuyas. Por eso misma razón, mi padre le ofreció dinero a él para poder comprarte, Oscar impuso el precio, mi padre aceptó y, debido a ello, eres de nuestra propiedad ahora. Y, para ser sinceros...— dirige su mano a mi rostro, pero lo esquivo rápidamente, repudiandolo. Él entendiendo, baja las manos y las introduce nuevamente en sus bolsillos— Eres más hermosa en persona que en fotos.

¿Tan solo valgo... Mil dólares?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora