Ada.
¿Me he vuelto loca?
Quizás, es lo más probable.
No se en que momento creí que ofrecerme como distracción podría ser una grandiosa idea.
Atribuyo mi arranque de valentía (o locura) a todo lo que ha estado ocurriendo últimamente. Utilicemos una analogía simple; un vaso: a este, si lo llenan y llenan de algún líquido, terminará desbordandose en cualquier momento, porque está claro que un vaso no tiene fondo infinito; tienen un límite.
Yo tengo un límite.
La dolorosa combinación de emociones que me invadieron cuando Luzbel me dejó más que claro cual es mi lugar en esta situación simplemente nubló mi raciocinio y me llevó a tomar una decisión bastante irracional.
Quizás es esa parte de mi que ya se encuentra destrozada, y si ocurre o no ocurre algo, me vale tres kilos de mierda. Esa parte comenzó a aquebrantrarse desde que iniciaron los maltratos de mi padre, y el haberme alejado de mi mamá y convivir con estos chicos que solo juegan conmigo como lo que soy para ellos, es decir, un juguete; puede que haya terminado de destruir mi poca estabilidad.
Pero, obviando aquello de la situación; ya lo hice; ya me ofrecí y no hay oportunidad para arrepentirse.
Ja, es claro que no pensé lo mismo cuando ya había llegado el momento.
Si, estaba asustada, más que asustada estaba aterrorizada, pero en este punto ya no podía dar marcha atrás.
No me encontraba para nada preparada para lo que podría pasar a continuación, por eso le dije a Arakiel que si ocurría algo inesperado, que por favor, no dejara sola a mi mamá.
Cuando comencé a caminar en dirección a los hombres, se me ocurrió la brillante idea de comportarme como si estuviera ebria. La idea me la saqué del orto.
No importaba lo que hiciera, solo tengo que llamar su atención.
No sé de donde diablos saqué las fuerzas para coquetearle a todos esos tipos y poder mantener la calma lo suficiente como para no parecer sospechosa, aunque mi corazón latía de tal forma que sentía que en cualquier momento lo terminaría escupiendo.
Cuando empezaron a gritar que me quitara el vestido, empecé a preocuparme.
¿Cuándo Arakiel daría la maldita señal?
No tuve otra opción que comenzar a subir mi vestido lentamente, escuchando como los hombres a mi alrededor se albortaban más y más.
Y es ahí cuando comenzó el caos.
Se escucharon disparos y por inercia me agaché y cubrí mi cabeza con mis brazos, como si eso fuese a salvarme si se tratase de una bala.
Hombres con gafas negras, rifles que colgaban de sus espaldas y con otra arma en mano, empezaron a pelear con lo tipos que habían iniciado toda esta mierda.
De verdad no sabría decir quien diablos son los buenos y quienes son los malos en este caótico show.
Abrí los ojos en medio de todo el alboroto, porque los tenía fuertemente apretados por el miedo y me encontré con la mirada aterrorizada pero a la vez perdida de Alba.
Se veía demasiado vulnerable ahí amarrada. Lo que parece ser un prominente moretón en su ojo izquierdo y su ropa rasgada la hacían ver aún peor. Sentí mi corazón arrugarse dolorosamente.
Un golpe de adrenalina me atacó, apoderandose de todo mi cuerpo, lo cual me llevó a levantarme de mi lugar y dirigirme a Alba corriendo.
Noté también que los perritos se encontraban a sus alrededor. Son unos seres hermosos.
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¿Tan solo valgo... Mil dólares?
De TodoY creí que el vender personas solo ocurría en ficción, novelas o fanfics escritos por niñas de trece años. Soy Ada Ralis, y fui vendida a unos hermanos que son totalmente capaces de destruir mi estabilidad mental, emocional y quizas... Físicamente. ...