Luzbel.
Me muevo rápidamente a través de los pasillos para poder salir de ese estúpido hospital de una vez por todas y así poder tomar aire fresco.
Mi mente se encuentra totalmente nublada por la rabia.
¿Por qué?
De verdad que no lo sé.
Ignoro los llamados frustrados de Arakiel a mis espaldas. Me ha estado siguiendo desde que salí de aquella habitación.
Por fin llego a la salida y respiro profundo, llenando mis pulmones del aire intoxicado por la contaminación de la ciudad, pero si es mucho más fresco que el de un hospital. Arakiel toma mi brazo pero me alejo bruscamente de su agarre.
Arakiel me observa con obvia consternación, y hasta yo mismo me encuentro sorprendido por mi comportamiento.
¿Por qué estoy actuando de esta manera? Si él no me ha hecho absolutamente nada, no lo entiendo.
—¿Podrías explicarme que mierda pasa contigo?— cuestiona claramente enfadado por mis actitudes anteriores.
—Ese no es tu maldito problema.— asevero, dándole la espalda nuevamente.
—Cualquier mierda que le pase a quién ha estado conmigo desde que éramos uno fetos, es mi maldito problema, Luzbel.
Aprieto mis puños, intentado canalizar la ira acumulada en mi interior y hacer el intento de calmarme. Hace tiempo no me sentía tan jodidamente enojado como ahora.
Arakiel solo está tratando de entender mi comportamiento, no se merece sufrir las consecuencias de mi rabia.
Después de inhalar e exhalar un par de veces, dejando que el oxígeno acaricie suavemente mis pulmones, y ya poder sentir que puedo entablar una conversación racional sin gritar, doy media vuelta es su dirección.
—¿Qué quieres?— cuestiono con tono serio, la defensiva.
—¿Me podrías explicar que diablos fue todo eso?— señala hacia el hospital, refiriéndose a lo que ocurrió hace unos minutos con mi padre.
¿Cómo quieres que te explique que fue eso cuando yo tampoco lo sé?
Relamo mis labios y coloco mis manos en mis caderas mientras miro hacia otro lado— No lo sé.— es lo único que logro decir.
Y es que aún no lo comprendo. He visto a mi padre golpear e insultar a muchas de las chicas que ha comprado para nosotros y, aunque me prometí no imitar esas actitudes y aquellos tratos de troglodita, nunca me he interpuesto en aquellas situaciones. No me veía en el derecho de hacerlo, ya que era él quien las compraba; podía hacer lo que quiera con ellas.
Sin embargo, en el momento en el que comenzó a insultar a Ada, refiriendose a ella como a una prostituta, algo en mi interior se removió con furia y explotó cuando le alzó la mano con intenciones de golpearla.
No podía permitirlo.
No quería que le pusiera un dedo encima.
Luego todo se tornó borroso y puedo jurar que no tengo ni la menor idea de como terminé sosteniendo con fuerza el cuello de la camisa de mi padre.
Actué por impulso.
Y cabe recalcar que nunca había hecho algo semejante a ello.
Siempre lo respeté porque, a pesar de que bondadoso no es su definición, es mafioso y está profundamente relacionado con el mundo de las drogas, no llegó a ser un mal padre para nosotros. Siempre intentó complacernos a Arakiel y a mi en todo.
Lo quiero, pero ahora mismo todo es confuso.
—¿Quién sabe entonces, Luzbel?— asevera— ¿Te recuerdo lo que hiciste?
—No, no.— niego sin energías— Lo sé perfectamente.
—¡¿Entonces qué diablos?!— extiende sus brazos con exasperación. Respira profundo intentando calmarse así mismo y luego pellizca el tabique de su nariz— ¿Es que acaso estás enamorado de Ada?— cuestiona con seriedad, entornando los ojos.
¿Qué?
¿Yo? ¿Estar enamorado?
¿Cómo podría estar enamorado de alguien como ella? Es una simple chica berrichuda, llorona y chillona. Podría gustarme alguien como Malena; hermosa, sexy y rica, no una chica que costó tan solo mil dólares.
Además, solo tiene un simple propósito y las ansias de por fin poder cogermela crecieron más al saber que es virgen, cosa que es una completa bendición.
—¿Enloqueciste?— lo observo como si hubiera perdido la puta cordura— Nunca podría estar enamorado de alguien como ella, el solo considerarlo es bastante estúpido.
—¿Estás seguro?— cuestiona con un dejo de incredulidad, levantando una ceja— Porque no recuerdo que hayas defendido a algunas de las otras chicas que mi padre ha comprado.— señala Arakiel.
Tomo aire nuevamente y relamo mis labios.
No estoy enamorado de ella, en lo absoluto.
—La pobre tiene una herida profunda en el brazo, Arakiel. Me parecía totalmente injusto que a mi padre se le ocurriera la brillante idea de querer golpearla cuando está así de vulnerable.
El chico frente a mi aprieta sus labios hasta hacer una fina línea, asintiendo lentamente con los brazos cruzados. Claramente no se le ve para nada convencido, pero ese ya es su jodido problema. Le estoy diciendo la maldita verdad.
—Ok, lo que tu digas.— finaliza la discusión en medio de un suspiro— Aunque mi padre haya dicho que estaba orgulloso de que lo hayas enfrentado, creo que deberías disculparte con él.— me aconseja mientras juega con una pequeña roca que se encuentra tirada en medio de nosotros.
—No lo haré.— niego seguro.
Este voltea a verme enseguida y frunce el ceño— ¿Por qué no lo harías?
—Porque defendí a Ada por una razón coherente, y no me voy a arrepentir de haberlo hecho, sería muy idiota de mi parte.
Este me observa por unos segundo en completo silencio para luego chasquear la lengua— Haz lo que quieras, Luzbi.— dice antes de darse media vuelta y darme la espalda para dirigirse nuevamente al interior del hospital.
Me quedo a solas con mis pensamientos, cuestionandome una y otra vez si en realidad me encuentro totalmente bien o no.
Estoy por llegar a la conclusión de que quizás estoy loco.
Es lo más probable.
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¿Tan solo valgo... Mil dólares?
RandomY creí que el vender personas solo ocurría en ficción, novelas o fanfics escritos por niñas de trece años. Soy Ada Ralis, y fui vendida a unos hermanos que son totalmente capaces de destruir mi estabilidad mental, emocional y quizas... Físicamente. ...