¿Por qué me estoy sintiendo de esta manera tan extraña? ¿Acaso estoy enloqueciendo?
Si, es una pregunta que me hago muy seguido realmente.
El simple hecho de pensar en sentir algo por Luzbel, me aterroriza de una manera anormal. Alba me lo advirtió; no debía sentir nada por ellos, porque podrían destruirme de muchas formas y tomando en cuenta mi situación, no sería lo mejor que me podría pasar.
Sin embargo, considerando que ahora acciones tan estúpidas como que Luzbel me guiñe el ojo cada vez que me ve, me propine besos furtivos y me diga palabras bonitas que causan estragos en mi interior, no me está ayudando en lo absoluto. Me hacen sentir extraña y es algo que de verdad me da mucho miedo. Pero, tengo que tener muy claro que hace todo eso para que caiga mucho más rápido entre sus manos. Ese pensamiento es lo único que me mantiene a flote y evita que termine hundiendome en el mar del sufrimiento.
Y de verdad me niego a aceptar que... Que estoy empezando a hundirme.
Hoy es un día bastante movido en la mansión; las mucamas caminan de aquí para allá preparando mucha comida, colocando liztones dorados, globos, mesas con manteles hermosos, sillas decoradas y arreglos impresionantes. Evidentemente habrá una fiesta, pero no tengo ni la menor idea del motivo de la celebración.
No he querido preguntarle a Alba ya que se ha encontrado bastante ocupada con todos lo preparativos y yo solo me he pasado divagando de aquí a allá como un alma en pena sin saber que rayos hacer y, a pesar de que me he ofrecido para ayudar, me han dicho que no es necesario.
No he visto a Arakiel ni a Luzbel en todo el día tampoco, pero no me extraña para nada, ya que han sido muchas las veces que se han desaparecido de esa manera.
—Que aburrimiento.— me siento en el segundo peldaño de las escaleras que llevan al segundo piso, recargando mi barbilla a mi mano. Las puertas de la mansión están abiertas de par en par y por un momento, se me cruza por la mente la idea de escaparme, aprovechando que todos están ocupados y lo último que están haciendo es prestarme atención.
¿Y si... Me escapo? Podría volver a mi casa y volver a ver a mamá...
¿Pero... Me buscarían...?
Podría buscar la forma de irnos a otro lugar y así no nos encontrarían.
Trago duro, mi mente se nubla de aquelllos pensamientos momentáneamente y camino casi en automático entre el pequeño alboroto que tienen las mucamas y los guardias que también fueron obligados a trabajar decorando; llego hasta la puerta y miro a todos lados antes de comenzar a caminar fuera de la mansión.
Mi corazón late rápidamente y la adrenalina corre por mis venas, haciendome sentir agitada. Maldita sea, estoy asustada. Por una décima de segundo, el pensamiento de que al fin podré salir se me cruza por la mente y me hace sonreír un poco. Sin embargo, siento que se me baja la presión al escuchar una voz.
—¿Lindura?— escucho al rubio decir, y al mirarlo se encuentra con el teléfono en su oreja mientras que sale del garaje con Arakiel a su lado.
¡Maldita sea!
—¡O-oh, chicos!— choco mis manos e intento disimular lo más posible mis nervios y la segura baja de tensión que me dio al que me encontraran intentando escapar— Los estaba buscando.
—Ah, ¿En seri... Hola?— habla a su teléfono y me hace un gesto para que lo disculpe y pasa por mi lado, no sin antes darme un rápido beso en la mejilla y sonreirme de forma picara.
Siento cosquillas en mi estómago y me maldigo a mi misma al sentir que mi corazón se acelera aún más y mi rostro se caliente estúpidamente por ese ridículo gesto.
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¿Tan solo valgo... Mil dólares?
DiversosY creí que el vender personas solo ocurría en ficción, novelas o fanfics escritos por niñas de trece años. Soy Ada Ralis, y fui vendida a unos hermanos que son totalmente capaces de destruir mi estabilidad mental, emocional y quizas... Físicamente. ...