12. Cerveza.

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—¡L-les juro que yo no sé nada!— grita con fuerza un tipo que se encuentra amarrado a una silla, privado de su movilidad. Este tiene la cara magullada y deformada por golpes anteriormente recibidos, lleno de sangre, sin saber con exactitud cual de las heridas es la que más expulsa este líquido— ¡No sé porque la mercancía no llegó, yo no tengo nada que ver con esto, se lo juro!

—¿Podrías bajar la maldita voz, mierda? Haces que me duela la cabeza con tus estúpidos gritos.— le propino un fuerte golpe en el rostro que lo hace escupir sangre.

Este tose, parece que esa simple acción le hace doler todo el cuerpo.

—S-señor, s-se lo juro...— su voz suena ronca, de seguro es por tanto aullar como un idiota— Yo no tengo nada que ver. P-puede que esa gente simplemente lo hayan estafado para quedarse con las ganancias, pero lo juro, yo nunca haría algo e-en su contra.— tose nuevamente.

Llevo el cigarro que tengo en mi otra mano hacia mi boca y le doy una calada. Saco la pistola que tengo guardada en la parte trasera de mis pantalones y apunto al tipo frente a mi.

—Ya no me sirves.— finalizo antes de apuntar su frente, el silenciador provocando un sonido seco, y dispararle sin prestar atención a su lloriqueos estúpidos.

Tiro el resto del cigarro al suelo y lo piso para apagarlo. Vuelvo a guardar la pistola y me doy la vuelta, dejando el cadaver a mis espaldas.

Salgo de aquel lugar que es una especie de establo que uso para "saldar cuentas" con los idiotas que se atrevan a traicionarme. Le exijo a los trabajadores que quemen el cuerpo y que no queden evidencias de lo ocurrido.

Doy cierto recorrido desde el establo hasta llegar a la mansión y, al adentrarme a la sala, me tiro en el sofá y aprieto el tabique de mi nariz, estresado.

Maldita sea. ¿En serio me estafaron? ¿Acaso están conscientes de quien soy?

Si toda esta mierda es cierta, después no les van a quedar ganas de hacerlo nuevamente.

—Cariño.— una mujer de cabello cenizo y porte elegante hace presencia en la sala. Se acerca hasta a mi y besa mi mejilla— ¿Qué información pudiste extraer de la rata traidora?— masajea mis hombros que se encuentran realmente tensos.

—Ese idiota no me dijo nada que me sirva, lo maté.— expongo con simpleza.

—Tan inestable como siempre.— acaricia levemente mi cabello y yo tomo su mano para dejarle un beso en la palma de esta.

—Así me amas.— la miro a los ojos y ella sonríe.

—Está claro que mi salud mental no es la mejor, eso lo demuestra. Las persona racionales no se meterían con una persona que... Asesina a otras personas.— expone con obviedad.— Pero bueno, el corazón no escoge de quien se enamora.

—Tienes razón.— me levanto del sofá y me dirijo a una mesita de vidrio donde se encuentra una botella de whisky y un vaso de cristal. Sirvo el líquido en el mismo— El idiota al que maté me dijo que lo más probable es que me hayan estafado.— le doy un trago a la bebida— Argh, llevo muchos años trabajando con la familia Alonso... ¿En serio serían capaces de estafarme? ¡Por Dios!— exclamo con incredulidad— Soy el padrino de Arakiel.

—Antonio,— la mujer de prominentes curvas y sensual tambaleo se acerca a mi nuevamente— recuerda que en el mundo de las drogas no existen los amigos; las personas siempre harán lo que más les conviene, y quien quita la posibilidad de que en realidad si te hayan estafado para quedarse con los millones y también quedarse con la mercancía, premio doble para ellos.

¿Tan solo valgo... Mil dólares?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora