5. Helado.

102 8 10
                                    

Todo esto es una completa mierda. De verdad, no es una situación que le desearía ni a mi peor enemigo.

Luego de haberme calmado de aquella crisis en la que estaba sumida, después de lo que había... Pasado, Alba— quien fue un gran apoyo en aquel momento de debilidad— me consiguió unos tacones negros— los cuales son bastante incómodos—, y Arakiel me esperó en la entrada de la casa.

Bajo las escaleras lentamente con miedo a caerme con estos estúpidos torturadores de pies, y quizás, solo quizas, me esté tardando un poco más para no estar cerca de aquel animal.

Camino hasta donde está sin mirar aquéllos azabaches que lleva por ojos en ningún momento y este abre la puerta de la casa.

—¡Hey!— se escucha una voz a nuestras espaldas y cuando ambos volteamos, nos encontramos con Luzbel recargado del barandal del segundo piso— ¿A dónde crees que llevas a mi lindura?— cuestiona este con esa sonrisa que parece nunca borrarse de su estúpido rostro.

—Deja de molestar, Luzbi.— dice el pelinegro en tono burlón.— ¿Acaso Malena no te está esperando en tu habitación?— levanta una ceja.

—De hecho si,— afirma el rubio— pero tengo que estar al pendiente de esa reliquia que está a tu lado.— su tono conqueto me hace sentir verdaderamente incómoda.

—¿Reliquia?— repite Arakiel con incredulidad— Es simplemente un ratita muy chillona.— me observa para ver mi reacción a su estúpido comentario, pero solo mantengo mi mirada en el suelo esperando a que terminen de hablar de una vez por todas. De alguna manera, que no haya respondido a su burla, hace que gesticule una expresión de fastidio o, solo puede que esté alucinando.

—No la lleves muy lejos y cuidado y se te pierde, eh.— advierte al pelinegro— Lindura,— alzo la cara y me encuentro con sus azules ojos— ¿Sabes lo que puede ocurrir si se te pasa por tu linda cabecita la idea de escapar, no?— ladea la cabeza inocentemente.

Aprieto la mandíbula y asiento rendida. Claro que lo único que quiero hacer es escaparme de esta mierda, eso es algo obvio, pero tampoco estoy dispuesta a poner en riesgo a mi madre y si eso implica tener que soportar este infierno, entonces, no me queda otra alternativa.

No me perdonaría que le ocurriera algo por mi culpa.

—Bueno, yo me retiro.— informa el rubio chocando sus manos— ¡Que se la pasen bien!— dice animadamente antes de darse la vuelta y perderse entre los pasillos.

Cuando ya Luzbel no está cerca, Arakiel vuelve a hablar.

—Es uno tonto, ¿No lo crees, ratita?— cuestiona con una sonrisa.

Solo asiento. Por alguna razón, siento que la forma de poder sobrevivir aquí sin que me pase algo grave es hacer ese gesto.

Arakiel aprieta los labios y bufa antes de salir por la puerta e indicarme que lo siga. Obedezco y caminamos hasta un lugar que tiene un gran portón, el tipo a mi lado presiona un botón en su llavero y este comienza a abrirse lentamente. Abro los ojos con sorpresa al ver tantos autos de lujo reunidos en un solo lugar. Se ven tan nuevos y brillantes.

—¿Qué te parece?— pregunta con una sonrisa orgullosa— A mi padre siempre le ha gustado coleccionar carros bonitos y caros. No lo sé, es una extraña afición.

No digo nada ante aquel dato y solo me dedico a observar. Él vira los ojos y sigue caminando.

Caminamos entre aquellos carros y puedo jurar que el olor a nuevo huele hasta afuera y puede ser exagerado, pero siento que con solo verlos podría ensuciarlos. Llegamos a uno de color negro de aquellos que utilizan los ricos en las películas y mi mandíbula cae al suelo. ¿Qué voy a saber yo como se llama? No sé nada de autos.

¿Tan solo valgo... Mil dólares?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora