19. Caos en la mansión. Pt. 3.

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Arakiel.

Aún sigo sin entender que mierda está ocurriendo y porque diablos vinieron estos tipos a aquí, pero está más que claro que no es para sentarnos a tomar un té. Quieren atraparnos; no sabemos si con vida o no, pero tampoco seremos tan idiotas como para ponérselas tan fácil a esos malditos.

Cuando Luzbel se quedó fuera del sótano, lo miré como si le hubieran salido dos cabezas más.

—¿No piensas entrar?— cuestioné con el ceño fruncido.

—Voy a buscar a Ada.— recibí por respuesta antes de que el rubio se echara a correr

¿Ada?

...

¡Maldición, es cierto! No he visto a la ratita chillona desde que mis padres llegaron a la mansión.

Esa chica... Va a volverme loco.

Después de bufar y no pensarmelo mucho ya que terminaría por arrepentirme, salgo corriendo detrás de Luzbel después de decirle a nuestros padres que ahora volviamos. Nos gritaron que regresaramos, pero hicimos caso omiso.

¿Por qué estaba haciendo esto por esa chica? Podrían matarnos. Estoy seguro de que en otras circunstancias, hubiera jalado por los rizos a Luzbel y lo hubiera obligado a entrar al maldito sótano porque ir a arriesgar tu vida por "un objeto" para tu satisfacción personal repasa la raya de la locura. Sin embargo, yo también quería salvarla. Quería encontrarla y esperar que no le hayan hecho nada.

¿Por qué esparaba eso? No tengo ni la remota idea. Quizás es simple y llana humanidad.

Caminamos por los pasillos hasta llegar a la sala principal. Teníamos que pasar frente a las escaleras principales para poder llegar al pasillo que lleva al jardín, pero ahí si que tendríamos problemas, porque los tipos están aglomerados en la sala.

Están hablando con una de las mucamas; esta está amarrada de muñecas y pies. Diablos.

—¿Dónde están metidos los Alonso?— cuestiona un tipo con una cicatriz en su ojo.

—¡Y-yo... yo no lo sé! Nosotras solo estábamos sirviendo a los invitados!— lloriquea con lágrimas en los ojos, intentando defender a las otras mucamas que también están amarradas— ¡Por favor, liberanos! ¡Nosotras no tenemos nada que ver en...

La chica es silenciada por un fuerte golpe es su mejilla por parte del tipo que hablaba con ella. Queda tirada en el suelo mientras llora en silencio.

Sin duda alguna es un maldito.

—Eres muy ruidosa.— dice aquel tipo con voz calmada.— Necesitamos información, no lloriqueos estúpidos.

El chico rizado se remueve con rabia y veo las intenciones que tiene de ir a por el tipo, pero lo detengo en seco, porque hacer eso es como querer ir a suicidarse.

—¿Enloqueciste?— asevero entre susurros.

—Ese tipo se merece una buena patada en las pelotas.— afirma con rabia.

—¿Acaso te quieres morir?

—Tiene los humos muy altos,— dice volviendo a mirar al tipo— si bajarlo de esa nubecita de grandeza en la que se encuentra implica morir, suena bastante tentador.

Le doy un golpe detrás de la cabeza para que reaccione— Hay que buscar una forma para poder pasar por ahí sin que nos vean... Pero, ¿Cómo?

Ambos nos ponemos a pensar en alguna manera y Luzbel parece que se le prende el foco.

—Ya sé... o eso creo.— sacude la cabeza— Quitate un zapato.

—¿Qué?— cuestiono incrédulo.

¿Tan solo valgo... Mil dólares?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora