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00| Popular.

El brillo pegado en su piel le picaba y su pelo ondulado molestaba su vista, que estaba fijada en el extenso espacio detras de ese túnel. Su pequeña pollera al cuerpo y el corset le sentaban cómodo luego de usarlo casi todas las noches.

—Miranda, en dos salís—La vista de la chica se movió hacía el productor frente a ella y sus oídos se llenaron de una melodía que conocía como la canción que introducía su show. Asintió y levantó su dedo pulgar indicándole que lo había entendido.

Los nervios hormigueaban en su piel y sus piernas temblaban descontroladamente, intentando tranquilizarse sacudió su cuerpo y dejo que sus manos se aprieten alrededor del micrófono verde agua en su mano derecha. Todos los shows la ponían nerviosa, pero extrañamente este la estaba asustando y estresando el doble, quizás era el lugar o el contexto de la situación pero no la estaba pasando tan bien como esperaba.

—Miru, respira—La voz de su publicista la tranquilizó y como respuesta, la rubia le sonrió con los labios apretados—Vas a estar bien, ¿Si? Tranquila.

—Gracias Gua—Miranda apretó suavemente la mano de su amiga agradeciéndole. Estaba completamente bendecida por ese alguien en el infinito cielo que permitió que su mejor amiga esté acá con ella, trabajando juntas y dándose el apoyo necesario.

Guadalupe y Miranda eran amigas desde que tenían ocho años, y desde ese momento no se habían separado. Fueron juntas al colegio y terminaron trabajando unidas nuevamente; cuando la carrera de Miranda como cantante despegó, su amiga la siguió y comenzó a trabajar con ella como publicista -lo que se le daba a la perfección-. Eran su lugar perfecto.

Ambas vivían en Manchester hacía dos años debido a que la carrera de Miranda comenzó a desarrollarse en aquella ciudad y luego despegó hacía otros lugares. Cómo por ejemplo, su país. Siempre habían estado ahí para la otra, esta vez no iba a ser la excepción.

—Miranda, ahora—El productor dió la señal y ella dió un fuerte suspiro antes de salir a escena.

El estadio estalló a los gritos cuando sus botas tocaron el cesped de la cancha y las banderas de color celeste se agitaron a su alrededor. Con una sonrisa, miró hacía cada rincón de ese estadio y comenzó a cantar sus canciones, lista para ser aplaudida o escuchada.

Miranda era la encargada de abrir la "Champions League", uno de los torneos más importantes en el futbol europeo. Mucha gente estaba allí presenciando su primer acto masivo, casi todos aplaudían y -por lo poco que podía ver- también bailaban al ritmo de su música. Era un sueño hecho realidad.

Nunca esperó verse en medio de un estadio de fútbol, siendo el acto de inicio para un partido entre el Manchester City y el Chelsea. Si era una locura solo pensarlo, vivirlo se sentia irreal.

Sus bailarines la rodeaban, ella cumplía con la coreo ensayada y su voz se escuchaba perfecta. La gente gritaba uno de sus hits mientras ella los animaba a saltar y cantar más alto. Quería tomar una foto de este momento y guardarla en su mente, sabía que desde este momento su carrera no iba a ser lo mismo.

Las indicaciones en el audífono eran claras, el final de la presentación se acercaba y debía seguir con lo practicado. Cuando finalizó su actuación, el estadio estalló en aplausos, lo único que pudo hacer fue agradecer y sonreír, sintiéndose orgullosa de lo bien que había salido todo. Las lágrimas hormiguearon en sus ojos e incluso tuvo que retirarse restos de algunas que se habían perdido en sus mejillas. Las piernas que antes le temblaron por miedo, ahora le tamblaban por la emoción y euforia que recorrían sus venas.

Todo estaba bien, incluso se sentía lista para enfrentar a cualquier enemigo que quiera desestabilizarla ahora -en realidad, no-. Nada malo flotaba en el aire y el lugar se sentía ligero, hasta que su mirada chocó con la persona menos esperada. No sabía cómo, pero al final del día, siempre veía al diablo en la puesta del sol; en cada lugar y cada rostro.

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