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02 | Ojitos verdes.

El dolor de cabeza y los ojos hinchados le recordaron porque terminó su cumpleaños de la peor manera existente. En la noche de ayer -días después de que hizo su presentación en la Champions League- Miranda y su equipo de trabajo habían salido a festejar su cumpleaños. Se merecían un pequeño festejo luego del largo trabajo de semanas. 

Se decidieron por hacer algo tranquilo y eligieron tomar algunos tragos para pasar el rato en algún bar escondido en el centro de Manchester. Sin gente a su alrededor fotografiandolos, sin compartir historias en las redes sociales y sin dar indicios de que habían abandonado la casa de Miranda en Reino Unido. Casi camuflados entre ingleses serios y poco ruidosos, lo contrario a ellos.

Miranda no era reconocida a un nivel internacional tan amplío pero era una estrella, tenía sus fans en Manchester y era mejor mantener reservado para ella y su entorno pequeño que lugares frecuentaba. Amaba a la gente que la apoyaba y se lo agradecería de por vida, pero eso no quita que no deban respetar su vida privada. Por lo que fue inesperado salir del bar y ser cegada por flashes -los cuales reconocía a la perfección- que la buscaban a ella.

¿Cómo habían llegado hasta ahí? Nadie sabía, eran paparazzis y lamentablemente, siempre la encontraban. Era un nuevo bar tachado en la lista de pocos lugares a los que podía asisitir con tranquilidad.

Una sensación de ansiedad y miedo le aplastó el pecho, causando que su respiración agitada sea notada por su mejor amiga.

—Miru, tranquila—La suave caricia en su brazo no logró tranquilizarla, su vista seguía fija en cómo las cámaras estaban pegadas al vidrio enorme del local buscando una buena foto para vender.

—¿Cómo nos encontraron? Si nadie subió nada.

—Siempre nos encuentran, se dedican a eso—Guadalupe tenía razón, era de lo que trabajaban—Y tampoco descarto la opción de que alguien de acá te conozca y se haya comunicado con ellos—Las manos de Miranda sujetaron fuertemente el borde de la mesa.

—Me quiero ir ya—La voz llena de angustia de la rubia les rompió el corazón a todos en la mesa—Se suponía que ibamos a estar tranquilos.

—Bueno, vamos. No queda otra que salir y pasarlos por encima a todos—Fue su manager, Matias, quién habló ahora—No podemos hacer nada más que mirar para adelante y no responder nada, no caigas en eso Miranda—La chica asintió—Seguro te van a preguntar de Julian Alvarez. Nada, ni una sola palabra.

—Miru, no te separes de mi—Fue Guada quién le habló a su oído—Vamos a salir caminando por el lugarcito que nos hace Manuel y subimos derecho al auto, ¿Sí?—La rubia volvió a asentir y se preparó para ser cegada por los flashes.

Guadalupe sujetó su mano y le dió un suave apretón, haciéndole saber que estaba ahí con ella. Con sus cosas en las manos, se acercó al mostrador para pagar la cuenta y minutos luego, después de respirar profundamente varias veces buscando tranquilizarse, salieron por la puerta.

Los gritos y los ruidos de la cámara la paralizaron, se quedó con los pies plantados en el suelo y la marea de periodistas que de repente llegó, hicieron que su mano se suelte de la de Guadalupe y terminó dentro una ronda de gente desconocida que la estaba ahogando. Si no la sacaban de ahí pronto iba a volverse loca, y era lo último que necesitaba.

¡Miranda! ¿Que sucedió con Julian Alvarez?—La primer pregunta cayó ante ella—¿Se conocen con Alvarez?—La segunda fue gritada en su oído—¿Hubo problemas en el paraíso?—La tercera la despertó.

Por favor, dejenme pasar. No voy a hablar, no ahora―El inglés de la chica era excelente, casi cómo fuese el de origen. La imagen que transmitia la argentina era de una chica poderosa que estaba acostumbrada a ir en contra de la corriente―Permiso. Por favor―Estaba siendo tan apretada que incluso podría vomitar.

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