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22 | Perdiendo el control.

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Julian se detuvo en la puerta de la casa de Miranda y Guadalupe, esperándolas para poder ir hacía el local bailable dónde iban a encontrarse con los compañeros de equipo del jugador.

La bocina sonó, haciendo que ambas mujeres salgan caminando de su casa segundos luego. Guadalupe fue la primera en salir del lugar, caminaba rápido y frotaba sus brazos buscando alguna tipo de calor reconfortante

―La puta madre―Esas fueron las primeras palabras que la morocha dijo una vez que saltó al auto. No paraba de temblar―Prende la calefacción Shuli por favor. Ni el saco me cuida del frío―El chico hizo caso a las ordenes mientras Guadalupe se abrochaba el cinturón y volvía a quejarse de lo congelado que estaba el clima afuera―Perdón. Hola, ¿Cómo andas?―El castaño rió entre dientes.

El mal humor que tenía por la tarde dejó de existir luego de enterarse de que iba a ser tio. Mágicamente no podía dejar de sonreír ni de pensar en cosas buenas, en que todo iba a estar bien; y eso incluía su situación con Miranda.

―Hola Gua―Le respondió el saludo con una pequeña sonrisa―¿Y Miranda?―La pregunta se escapó de sus labios, dejándolo en evidencia. La chica rió ante eso, sabiendo que estaba igual de ansioso y nervioso que su mejor amiga.

―Ahí viene―Julian fijó los ojos en la rubia que estaba cerrando la puerta de espaldas a ellos. Desde su lugar podía ver cómo el vestido corto de color negro se amoldaba perfectamente al cuerpo de la cantante.

'Yandel 150' de Feid comenzó a sonar en la radio y de alguna manera la letra era acorde a la situación por la que estaba pasando en ese mismo momento; era él quién se encontraba en la puerta de la casa de Miranda a las dos de la madrugada, viéndola caminar hacía su auto para irse a la discoteca.

Los tacos resonaron por la calle, cómo si buscarán llamar la atención de todos los vecinos para que vean quién los lucía. Julian deslizó su vista por todo el cuerpo de Miranda; las piernas descubiertas de la chica lo hicieron detenerse ahí por varios segundos, pero la manera en la que el vestido se subía un poco con cada paso que daba fue lo que realmente cautivó al chico, incluso su respiración se volvió errática. Siguió con su escaneo hasta que dió con el angelical rostro de la rubia, el cuál era acompañado con los movimientos bruscos de su cabello dorado.

―Hola―Miranda le sonrió apenas abrió la puerta del lado del acompañante―Por dios, ¡Que frío!―La chica sufrió un pequeño escalofrío y luego se abrochó el cinturón. En todo ese tiempo Julian no había pronunciado ni una palabra, tampoco se había movido―¡¿Qué?!―Rio Miranda al ver que no recibía respuesta de parte del joven, quién negó embobado con su cabeza.

―Nada.

Lo hacía un desastre, desequilibrandolo 

con su belleza hipnotizante. 

―Entonces dejá de mirarme así―La sonrisa juguetona de la rubia hizo que su distracción empeore, no pudo poner sus ojos en otro lado que no sea sus labios―Vamos, arranca―Luego de tres largos segundos Julian se recuperó un poco de aquel estado y encendió el auto.

La tensión flotaba por todo el automovil, era tan abrumadora e intensa que lo hizo olvidar que Guadalupe estaba sentada en el asiento de atrás. Que vergüenza, no podía delatarse así.

Una vez que se alejaron una distancia aceptable de la casa de las chicas, fue Guadalupe -muy consciente de la bruma que los rodeaba- quién puso temas de conversación sobre la mesa. Era extraño y admirable la capacidad que tenía para entablar charlas en situaciones pesadas e incomodas. 

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