Capítulo Uno: Desconocida

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Colin

Estaba confundida, había un dolor horrible en mi cabeza provocado por la borrachera de anoche. No debí haberle hecho caso a Christian en su estúpida idea de ir a embriagarnos, sabía que tenía que tomar un avión temprano, pero mi hermano era muy convincente.

Ahora estaba aquí con un problema muy grande, había una chica acostada en la cama de mi avión.

Miró a mi hermano con enfado.

—¿Qué has hecho? —pregunté de mala gana.

—¿Yo? —se señaló indignado—, el que se acostó con ella y la trajo a Nueva York fuiste tú.

—Pero tú fuiste el que sugeriste ir a ese bar, si no hubieras tenido esa estúpida idea no la hubiera conocido.

Me crucé de brazos.

¿Por qué tenía que pasarme esto?

Y justo en estos días, mi futuro depende de ser perfecto frente a mi abuelo. Es por eso por lo que volví de Europa después de siete meses. Tenía cinco semanas para demostrarle a mi abuelo que yo era mejor que mis primos para quedarme con su empresa, él estaba muy viejo para seguir al mando y quería viajar con mi abuela sin ninguna preocupación. Estas cinco semanas todos estábamos a prueba.

Si él se enterara de esto me mataría, estos comportamientos no son aprobados por su parte.

—¿La despertamos? —elevó una ceja confundido.

—Sí. Tiene que bajar del avión e irse lejos para que el abuelo no se entere de esto.

—Todos estarán en casa estas semanas, nuestro futuro depende de esto.

—¿Nuestro? —lo miré mal—. ¿Desde cuándo te interesa la empresa del abuelo?

—No me importa. No creo que todos los demás puedan liderar el trabajo de toda la vida del abuelo, si la tienes puedes mantenerme.

—Debí dejarte en Ámsterdam.

—A ella la debimos dejar, ¿cómo se te ocurrió traerla?

Es lo mismo que me pregunto.

Nosotros vivíamos en Nueva York, habíamos viajado a Ámsterdam para cerrar un trato. Bueno, yo iba a cerrar el trato, él tan solo iba porque allá está permitida la droga.

Me dejé convencer por sus estupideces y terminé acostándome con ella en mi avión. La había traído a otro continente sin siquiera conocerla.

Estaba acostada boca abajo, la mitad de la cobija cubría su espalda, pero en el pedazo que quedaba descubierto podía notar pequeñas cicatrices. Su pelo era color castaño claro y corto, casi le llegaba a los hombros. Sí, era muy bonita, pero no era mi tipo, al menos no de mi yo sobrio.

—Iré por algo de comer mientras tú la levantas.

Con esas palabras sale de la habitación. Faltaba media hora para aterrizar, en cuanto estuviéramos en tierra la mandaría de nuevo a Ámsterdam.

Se mueve en la cama dando inicios de despertar, se coloca de frente y lleva sus manos a la cabeza. Le daré un momento para que despierte bien. Examiné sus movimientos, talla sus ojos y luego parpadea varias veces, quita algunos mechones de su cara mientras suelta quejidos.

Con una mano empieza a tentar a su alrededor —como si buscara algo—, al no encontrarlo levanta su cabeza un poco, su ceño se frunce desorientada e inmediatamente se para soltando un grito.

—¿Quién eres tú? ¿Qué hago aquí? ¿Me has secuestrado?

No puedo evitar sonreír un poco, su cara me parecía bastante divertida.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora