Capítulo Veinticinco: Dama de honor

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Katherine

Soy torturada.

Una lenta tortura.

Para otras personas, esto podría ser su día perfecto. Para mí no, esto era una tortura rodeada de vestidos bonitos. Estaba obligada a acompañar a Margoth a elegir vestidos de novia junto con todas las demás, menos Camille.

La envidiaba ahora mismo.

Me habían elegido —por alguna extraña razón— dama de honor, así que más que cualquier otra debería de estar aquí. Llevo desde las ocho de la mañana yendo de tienda en tienda buscando su vestido perfecto. Ni siquiera pude avisarle a mi esposo, Margoth entró a sacarme de la cama y solo me dio diez minutos para cambiarme.

—¿Qué opinas, dama de honor? —da vueltas a su vestido largo y blanco.

Era lindo, con un corte de sirena y la parte de arriba ajustada a sus pechos cubierta de flores, la hacían resaltar sus curvas haciéndola lucir verdaderamente hermosa.

—Se ve lindo.

Trato de no sonar estresada. Ni siquiera he comido algo desde que salimos, mi panza ya empieza a rugir de hambre.

—¿Cómo fue tu vestido de novia?

Forma una sonrisa sabiendo que yo no podía contestar esa pregunta. Las miradas se vuelven a posar en mí intrigadas.

—Bastante lindo —respondí—. Pero no te centres en mi vestido, lo que importa es tu vestido, esta será tu boda, no importa la mía.

No tenía como reforzar esa mentira, jamás pensé en que alguien me preguntaría sobre el vestido.

—Enséñanos una foto —insiste Margoth cruzando los brazos.

—La verdad yo siempre quise ver a todos mis sobrinos en sus bodas, y no quiero que Colin sea el único que no —dice Florence—, solo es una foto que todas queremos ver.

Aprieto los labios sin saber qué decir. Tenía que actuar con normalidad y decir algo rápido antes de que sospechen.

—Mi boda fue tan linda que no quiero que sea comparada con la de Margoth, no quiero que la opaque.

Con una sonrisa me alejé mirando más vestidos.

Fue lo único que se me ocurrió para detener la conversación.

Continué caminando, mirando los vestidos. Eran tan lindos y eso me hizo recordar a cuando yo vine a comprar mi vestido de novia con mi hermana.

Mentiría si dijera que me emocionaba, cuando me comprometí fue algo que pensé que quería, confundí el miedo con amor. Ver vestidos de novia me recuerda que un día yo fui la mujer ingenua que pensó que al casarse todo estaría bien, que sus problemas terminarían, se alejaría de todo mal y compartiría su vida con el amor de su vida. Esas cosas son puras estupideces. La única razón por la que acepté fue porque quería irme de casa.

Ni siquiera Margoth quiere estar aquí, lo veo en su cara.

Cuando anunció que se casarían al final de las cinco semanas, miraba a mi esposo como si esperara que se levantara reclamando su amor, esperando a que se interpusiera. Debo admitir que eso me hizo sentir un poco de celos, era evidente que Margoth aún sentía algo por Cole, y no me gustaba eso, es mi...

«¿Tu qué? Ni siquiera puedes decir que es tu esposo.»

Empezaba a odiar esa voz en mi cabeza, siempre me daba un duro golpe de realidad.

Tal vez no podía decir que era mi esposo, pero sí puedo decir que es mi Colin.

«Mi Colin» se escuchaba hermoso.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora