Capítulo Ocho: Rocky y Rubble

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Katherine

Por la tarde, el ambiente estaba tenso. Las preguntas incómodas no tardaron en surgir de la boca de Harriet, y todas las demás esperaban la respuesta. Me sentí invadida, cuestionada por todo, en cada paso me seguían.

¡No respetaban la privacidad!

Esas señoras eran el diablo en persona, no perdían el tiempo en dejar en ridículo a las demás. Se pusieron en equipos: Beatrice y Bonnie, madre e hija, contra Harriet y Margoth. Luego todos se aliaron contra mí. No me parecía muy justo.

Llegué a la conclusión de que todos sentían que Colin era su mayor competencia y por eso trataban de dejarme mal frente a la abuela. Lo peor es que no podía defenderme, no las conocía y se supone que tenía que comportarme como la esposa modelo.

Todo eso cambió cuando llegó Susan, porque al parecer todos odiaban a Susan. Apenas ubicaba su rostro, no había intercambiado palabras con ella, pero parecía buena persona, aunque muy reservada. Todas ellas comenzaron a murmurar cosas sobre ella, mientras Susan y la abuela caminaban en el jardín ajenas a los comentarios de los demás.

Para cuando llegó el almuerzo me vi en la necesidad de escabullirme en la habitación. Necesitaba tomar un respiro antes de volver allá abajo para la comida. También quería marcar a casa para ver cómo estaban las cosas.

Me deshice de los tacones para mejor comodidad. Llamé al número de casa mientras me ponía cómoda sobre la cama.

—Hola, cariño —respondió mamá al otro lado del teléfono. Me percate de lo cansada que sonaba su voz.

—Hola, mamá. ¿Cómo va todo por allá?

La línea quedó en silencio unos momentos, lo que despertó mi angustia.

—Todo va bien —no sonaba muy convencida—, lo normal.

—¿Papá regresó a dormir? —dije temiendo la respuesta. Creo que me parecía mejor que no lo hiciera, más seguro para ellas.

—Regresó en la mañana un poco ebrio —arrugué la frente—. Está durmiendo en estos momentos. Nosotras salimos con la vecina a comer, no quiero que Cloe esté cuando despierte.

—Mamá...

Mi corazón latió más rápido asustada, si algo les pasaba no estaría yo para defenderlas.

Cloe es muy pequeña para darse cuenta de todo lo que pasa en casa. Ella tenía que seguir conservando su inocencia y creer que papá es nuestro héroe, como siempre lo ha creído. Intentó hacer lo mejor para mantener vivo su cuento de hadas, es muy pequeña para saber la realidad.

—Todo estará bien. En cuanto despierte, dejaré a Cloe con la vecina y yo arreglaré todo.

Cerré los ojos sintiendo el dolor sobre mis hombros, como si el peso del mundo se hubiera instalado allí. Era una carga que no sabía si podría seguir soportando, pero no tenía opción; tenía que mantenerme fuerte por ellas, aunque me estuviera rompiendo por dentro.

—¿Cuándo parará esto?

Susurré con un ligero temblor.

—Ya hemos tenido esa conversación muchas veces, Kathe. No te preocupes por nada y sigue con lo que estás haciendo.

Estoy segura de que está sonriendo mientras me convence, pero estoy harta de esto. No quiero más esta vida.

Quiero mi vida de antes.

Cuando no tenía que mantener a toda la familia. Quiero volver a cuando mi hermana estaba viva y mamá podía caminar, cuando éramos felices y tenía amigos con quienes hablar, y no me sentía sola. Cuando no era infeliz y no tenía que forzar una sonrisa fingiendo que todo estaba bien.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora