Capítulo Veintinueve: Burbuja de felicidad

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Katherine

Hay un momento en las personas que están a punto de morir en el cual se olvidan de sus problemas, de su dolor, de lo que realmente les está pasando y piensan que están bien, que lo peor ha pasado y que desde ese punto todo seguirá bien.

Se olvidan de lo mal que su enfermedad los tiene, de que están al borde de la muerte y solo sienten felicidad de estar con quienes realmente los aman. Eso puede durar horas, un día, tal vez dos y luego viene lo peor.

Es como la calma antes de la tormenta.

No digo que salir de su departamento para volver a la mansión fuera lo peor, eso llegó después.

Si fuera por mí, hubiéramos pasado el resto de las cinco semanas en su departamento. Si fuera por él, también lo hubiéramos hecho; ambos nos resistíamos a la idea de salir de nuestra pequeña burbuja y volver a la mansión, pero, por desgracia, tuvimos que hacerlo.

Al llegar tuvimos muchas cosas que explicar, ya que salí como loca eufórica hace dos noches y todos pensaron que nos divorciaríamos, ya que hasta entregué mi anillo de compromiso a Chris. Pero todo estaba mejor que nunca y nos costó mucho convencerlos de que era verdad.

Las cosas estaban tensas entre Jordan y Margoth; ni siquiera se miraban, y en cuanto volvimos, se encerraron en su habitación a gritarse. No presté mucha atención a lo que se gritaban, ya que me encontraba follando con mi esposo; aún no estoy segura de qué gritos fueron más fuertes.

Era la noche del lunes; ya no se sentía como si estuviera a punto de acabar, más bien como si lo mejor estuviera comenzando, un nuevo capítulo en nuestras vidas.

—¿Me sigues escuchando, hija? —pregunta mamá al otro lado de la línea.

—Lo hago, aún sigo aquí, pero te escuchas un poco cortada.

—Es la señal del cuarto, es pésima.

Me acomodé mejor en la cama.

—¿Cómo está Cloe?

—Ella está muy feliz, juega con tu padre en la cocina —ella sonaba feliz; aun así, tenía un mal presentimiento, ese señor nunca era amable—. Desde que volvió hace dos noches, parece alguien nuevo; con decirte que hasta trajo dinero. Eso sí, no deja de preguntar por ti.

—Vuelvo en dos semanas, no le digas nada.

Jugaba con mi pantalón tratando de calmar mis nervios; no quería que explotara estando al otro lado del mundo.

—Es tu padre, se preocupa.

Sentí repulsión al escuchar sus palabras. Desde hace tanto que dejé de considerarlo mi padre, y la verdad es que nunca se preocupó por alguien que no fuera él.

—Estoy bien.

«Mejor que nunca.»

Supuse que agregar esa parte sonaba muy feo y la haría sentir peor. Las puertas del clóset se abrieron anunciando la llegada de Colin. Él, pelinegro, me miró analizando mi expresión, luego se sentó para acariciar mi cara.

—Le dije que estaba en Nueva York consiguiendo dinero; se puso feliz de que al fin pagaras sus deudas.

Creo que Colin escuchó esa parte, ya que el cambio en su expresión fue notorio; de una tranquilidad pasó a un enojo. Tenía muy claro que ese dinero no sería para eso. Conozco sus problemas y traté de ayudarlo muchas veces, y tal vez suene muy egoísta, pero ya no seguiré cargando con los problemas de una persona que solo se ha dedicado a lastimarme.

«Ahora entendía por qué se portaba así.»

Jamás parará hasta que yo le ponga un alto.

—Ese dinero no será para eso.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora