Colin
Mis ojos se mantenían abiertos viendo a través de la oscuridad; no podía dormir. Ella ya no estaba en la habitación. Podría ir tras ella, pero creo que necesitaba su espacio.
Eran las tres de la mañana, y noté la ausencia de Katherine hace apenas diez minutos. Me inquieta saber dónde está, pero sé que no ha salido de la casa. Luché con la tentación de ir a buscarla en cuanto no la vi en la cama; tal vez necesitaba estar sola después de lo ocurrido esta tarde.
Y a mí me angustiaba dejarla sola.
No estoy seguro de lo que sucedió hace apenas algunas horas. Al salir del baño, la encontré sin respirar, mirando a todos lados con terror.
Odié verla así, y esas imágenes no se iban de mi cabeza.
Apenas cerraba los ojos; cada vez que lo intentaba, los abría de nuevo asustada. Con el mínimo toque, su cuerpo se tensaba, provocando que se alejara. Cuando intenté apagar la luz, se quejó, y sus ojos me miraron con miedo, así que volví a encenderla. Tampoco me dejó dormir a su lado.
Tenía la impresión de que el fallecimiento de su hermana no estaba completamente relacionado, que había algo más. Me froté los ojos frustrado, aparté la sábana de mi cuerpo y me levanté del suelo. Tomé la sudadera de la silla, me la puse mientras salía de la habitación.
La casa estaba oscura; solo la sala estaba iluminada por la luz de la luna que entraba por las puertas de vidrio. Bajé las escaleras lo más silenciosamente posible para no despertar a nadie. La busqué con la mirada, pero no se veía por ningún lado. Rogaba para que no estuviera en el patio; era más grande y tardaría mucho en buscarla.
«Si yo fuera Katherine, ¿en dónde estaría?»
Me quedé unos minutos parado en el borde de las escaleras, pensando dónde podría estar, hasta que un olor extraño inundó mis fosas nasales. No era desagradable; más bien, era dulce, nada familiar. Continué caminando, guiándome por el olor a ¿chocolate? No, ¿mantequilla? Tal vez azúcar. No estaba seguro, pero venía de la cocina.
Cuando llegué, me paré en el marco de la puerta. Su pelo estaba atado en un moño mal hecho, pero esta vez extrañamente ningún mechón salía de su pelo. Sus manos estaban sobre un rodillo, aplanando algo contra la mesa. Mordía su labio concentrada, con la vista perdida. Ni siquiera había notado mi presencia hasta que la llamé.
—Katherine… —sus manos se apretaron al rodillo, su cuerpo se tensó y lentamente me miró—. ¿Qué haces aquí, bonita?
—Cocinando galletas —susurra—, no podía dormir.
—Ka…
Me interrumpe elevando un dedo.
—Si te vas a quedar aquí no quiero que hables —baja la mirada a la mesa—. La verdad no quiero que te quedes, me gusta este silencio.
Estaba mintiendo.
No me pregunten cómo lo sé, pero sé que estaba mintiendo.
Tomé asiento en una silla frente a ella. No solía venir mucho a la cocina porque me traía malos recuerdos. Movía sus manos con delicadeza sobre el rodillo, luego lo dejó a un lado, tomando un vaso para comenzar a cortar la masa en pequeños círculos y los ponía sobre la bandeja de metal a su lado.
—Cuando era niño yo solía pasar todas mis tardes en esta cocina —dije mirando atentamente los movimientos de su mano—, son uno de los pocos recuerdos que tengo de mi madre.
Sé que me estaba mirando, pero no me atreví a levantar la mirada, solo veía los movimientos de sus manos poniéndole chispas de chocolate a la masa.
—Nunca hablas de tus padres.
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Cinco Semanas (Editando)
RomanceColin Miller no tiene tiempo para el amor, nunca deseó conocer a alguien con quién compartir su vida, dice que esas son tonterías. Sus pensamientos cambian cuando se tiene que enfrentar con toda su familia por la empresa de su abuelo. Necesitaba est...