Capítulo Dos: Propuesta

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Katherine

Esto no me podía estar pasando, todo esto tenía que ser una broma de muy mal gusto.

«Cuando bajemos del avión estaremos en Ámsterdam y yo podré llegar a tiempo a la cita de mi mamá».

Trato de convencerme.

Estas son las razones por las que no ingiero alcohol, nunca se sabe qué estupidez, o qué daño te impulsará a cometer.

«¿A dónde me vine a meter?»

Este tipo no sé qué se cree, yo no era la prometida de nadie, ni siquiera tenía novio. Tener sexo con alguien una noche no me hace su prometida.

La gente cada vez está más loca.

—Tener sexo no significa que tengamos que casarnos —respondí alterada.

—Estás loco, Christian. Ella solo es cosa de una noche.

El pelinegro de ojos azul acero también parecía muy molesto con la estupidez que acababa de decir el otro hombre. Apreté la mandíbula, ofendida, cuando dijo eso.

—Tú tampoco significaste algo más que solo sexo.

Giró los ojos al escucharme, aun así, pasó mi comentario por alto. Vaya imbéciles con los que me vine a topar.

—Es la única solución que encuentro para seguir en el juego con las mismas oportunidades.

Arrugué la frente extrañada, esto cada vez se ponía más raro.

El hombre de ojos azules grisáceo hace una mueca, como si estuviera pensando algo, me examina con la mirada haciéndome sentir un poco incómoda.

—Es una buena idea, pero no puedo llegar como si nada y anunciar que me voy a casar. Además, no sé nada sobre ella.

Gira los ojos aún mirándome.

—Yo no me voy a casar con nadie, ni siquiera sé quién eres —achico los ojos en una mirada desafiante.

Empezaba a enfadarme, no me gustaba el hecho de que estuvieran hablando como si yo no estuviera aquí. Ni siquiera me conocían y ya me estaban organizando una boda.

—Tenemos hasta la noche para que la conozcas y puedas fingir ser su prometida —agrega con una sonrisa, como si se le hubiera ocurrido la idea más genial del mundo.

Eso fue lo que me hizo explotar.

—¡Yo no voy a fingir ser prometida de nadie! —de pronto caí en cuenta de lo que estaba pasando, mi cara se tiñó de enfado—. ¡Ustedes me trajeron hasta acá para fingir que me iba a casar con él! Son un par de imbéciles, solo gente que le faltan neuronas hace eso.

Ambos comparten una mirada sin saber qué decir.

»Acabo de descubrir su malvado plan y por eso no dicen nada. Quiero decirles que no tengo dinero, no les sirvió de nada.

Al ver que se quedan solo mirándome sin decir ninguna palabra, tomé una de las almohadas para viajes que estaba en el asiento y comencé a golpearlos, soltando un par de insultos.

De todas las personas que había en el mundo, tenía que pasarme a mí, de verdad que el destino me odia. Estaba en un avión con un par de desconocidos que querían casarme, y para variar, había tenido sexo con uno de ellos.

Jodida vida.

Un par de azafatas llegaron tomándome por los brazos, comenzaron a alejarme de ellos para tranquilizarme.

—Señorita, necesitamos que se calme y tome asiento que el avión está a punto de aterrizar.

Una de ellas me toma de los hombros obligándome a tomar asiento. Si las miradas mataran, ellos ya estarían muertos por la mía.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora