Capítulo Treinta y Dos: Un último intento

1.5K 97 12
                                    

Colin

Estaba sentado mirando fijamente al oficial. Había mandado al imbécil al hospital con tres costillas y la mandíbula rotas, y posibles daños cerebrales. En mi opinión, estaban exagerando; no lo había golpeado tan fuerte.

El oficial, un hombre muy serio, tomaba mi declaración e intentaba intimidarme con la mirada. Yo permanecía quieto, mirándolo con mayor intensidad.

—¿La pelea tiene algo que ver con la denuncia que puso su esposa hace un par de horas?

Fruncí el ceño sin comprender lo que decía.

—¿Ella levantó una demanda?

—¿No estaba enterado de que su esposa vino por la mañana? —me quedé serio y él continuó hablando—. Vino muy temprano, se veía algo asustada y dijo que ese hombre la llevaba semanas acosando.

—¿La demanda procederá?

Se quedó callado.

Estaba realmente enojado con ella, no porque se fuera —eso ya lo veía venir—, cree que no merece ser feliz y por eso huye de las pocas personas que la hacen feliz. Lo que realmente me molestaba era que no me hubiera dejado decir adiós o intentar algo para que se quedara, para hacerle saber que merecía toda la felicidad del mundo.

Incluso la que yo no le podía dar.

Aunque estaba enojado, me sentía orgulloso de que hubiera presentado esa demanda. Me hubiera gustado estar con ella cuando lo hizo. Después de eso, podríamos haber vuelto al departamento juntos. El enojo me impedía comprenderla por completo.

—La demanda procederá, empezamos las investigaciones para buscar pistas para confirmar la declaración de su esposa. Le pido que no se meta más en problemas con ese señor, no complique más el caso.

—No se preocupe, solo haga que ese imbécil esté tras las rejas y yo me mantendré al margen.

Se cruzó de brazos, aventando la silla hacia atrás para luego apuntar la salida con una mano.

—Puede retirarse, señor Miller, los cargos que la familia levantó contra usted no van a proceder por los antecedentes que tiene con la familia Cooper.

Eso no era verdad, los cargos no procedían porque yo era Colin Miller, prácticamente intocable.

Me levanté de la silla y salí de la oficina. Mi hermana y mi abuelo estaban afuera esperando por mí. Christian quería darme un buen puñetazo por lo que había hecho; se le notaba en la cara. Mi abuelo apretaba la mandíbula, enfadado.

—No puedes reaccionar de esa manera tan impulsiva, Colin —regañó entre dientes—. No te crié para que tomaras decisiones tan precipitadas; así no puedes dirigir una empresa.

Podría disculparme, pero la verdad es que no lo sentía.

La última vez que me regañó así, yo era apenas un niño que había golpeado a otro por insultar a mi hermano. Ese día aprendí a pensar antes de actuar, a ser más sigiloso con mis movimientos y a atacar cuando menos lo esperaran. Pero cuando se trataba de algo relacionado con ella, nunca podía pensar antes de actuar.

Me tiraba al vacío sin paracaídas.

Y eso había resultado muy mal para mí.

—Me da igual la empresa, solo la quería a ella.

Seguí caminando sin importarme que me siguieran. La familia del imbécil me miraba con odio. Les devolví la mirada sacando el dedo medio. Tenía la impresión de que también sabían lo que había pasado entre él y ella, pero claramente no hicieron nada, y tampoco creo que les importara.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora