Capítulo Nueve: Primera Cita Falsa Parte 1

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Colin

El sol empezaba a ocultarse, dándole paso a la oscuridad de la noche. Los faroles del jardín se habían encendido, dándome a entender que deberían ser un poco más allá de las siete. Casi era hora de la cena.

El aire movía los papeles que estaban sobre la mesa; los había puesto ahí con el objetivo de poder concentrarme en mi trabajo antes de la cena, pero no podía. Mi mente solo pensaba en ella.

Éramos diferentes, pero al mismo tiempo sentía que una parte de nosotros era igual. Ambos cargábamos con mierda familiar.

Katherine estaba un poco decaída. Lo disimulaba bien frente a mi familia, pero al llegar a la habitación, se notaba que no estaba de humor. Está pasando por un momento muy difícil en su vida; apenas ha comenzado a permitirse sentir la pérdida de su hermana y las consecuencias que esto ha traído a su vida. Estar con Rubble parecía ayudarla; tenía pequeñas sonrisas cuando jugaba con él.

Sentía que tenía que estar a su lado, pero no estoy seguro de cómo hacerlo, y supongo que tampoco era mi deber estar ahí con ella, pero no me gustaba verla decaída.

Quiero estar ahí para ella, pero no me ha dejado acercarme, o tal vez no lo he intentado.

—Colin —me llama mi abuelo, interrumpiendo mis pensamientos—. Necesito hablar contigo.

Elevé la mirada para verlo acercarse al área del jardín donde estoy. Se posiciona de brazos cruzados frente a mí con una expresión seria.

—¿Conmigo? —repetí, confundido.

Hace mucho que habíamos dejado atrás los regaños, y cuando se decepcionaba de mí, como ahora parecía estarlo...

—Noté algo extraño en tu esposa.

Lo miro confundido. En esa mujer hay muchas cosas extrañas. ¿A cuál se refiere?

—¿Algo extraño?

—Más bien, en su relación. Hay algo muy raro en su matrimonio.

Trato de ocultar mis nervios poniéndome de pie frente a él.

—¿A qué te refieres?

Aprieta la expresión, intentando intimidarme con esa mirada que pone cuando quiere la verdad. De niño solía caer, pero no porque me diera miedo, sino porque me sentía culpable de mentirle a la única persona adulta que se preocupaba por mí. Al crecer, esa culpa se esfumó, y como él decía: "Nunca dejes que las personas vean lo que realmente piensas; así puedes atacar por la espalda."

Con el tiempo aprendí a ocultar mis emociones mejor que nadie, a perfeccionar esa máscara de indiferencia que tanto le enorgullecía.

—¿Te casaste con ella por amor o está embarazada? —mis ojos se abren impactados. No era la respuesta que esperaba—. Si es lo segundo, no te preocupes. Puedes divorciarte y aún así hacerte cargo del bebé, y tal vez el bebé ni siquiera sea tuyo.

Me quedé mirándolo unos instantes antes de parpadear varias veces sin poder creer lo que me decía.

—Ella no está embarazada —respondí.

Nunca he considerado tener hijos y nunca lo haré. No soy una persona apta para cuidar a un niño, mucho menos tener uno con Katherine. Esto es solo una mentira.

—Puedes contarme lo que quieras. No te regañaré si ella está embarazada —pone una mano en mi hombro—. No quiero que estés con ella por obligación. En estos tiempos hay muchas maneras de...

—¿Por qué me preguntas eso? —lo corté.

—No veo la chispa entre ustedes —frunce el ceño, confundido—. Quiero decir, no hay amor entre ustedes. Cuando llegaron hace tres días, parecían enamorados, pero estos días ella parece estar mal, y tú pareces no darte cuenta —arquea una ceja—. ¿Hay algo mal en su relación?

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora