Capítulo Doce: Sin Filtros

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Primero que nada, perdón la tardanza jajaja se que tenía que actualizar ayer, y segundo; perdón por las faltas de ortografía. Ahora así, disfruten.
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Katherine.

Rodeó el auto para abrirme la puerta. Intenté contener mi sonrisa, pero se me hacía imposible; desde anoche que dormí contra su pecho no he podido parar de sonreír.

Aún no sabía mucho sobre él, pero en estos pocos días que hemos pasado juntos me di cuenta de que era una persona muy fría. No le agradaba convivir con su familia y no parecía tener amigos. Anoche, ese Colin serio que conocí desapareció; fue un caballero, uno que hizo todo lo posible para hacerme reír otra vez.

O eso me gustaba pensar.

La noche anterior había sido maravillosa, y el camino de regreso a casa estuvo lleno de risas. Todo se sentía diferente, pero eso era bueno. Por primera vez en mi vida sentía que todo podía mejorar.

—Nos vemos en la noche —dejó un beso en mi mejilla.

Abrí los ojos sorprendida; no solía hacer eso cuando estábamos solos. Veo que se está tomando muy en serio su papel de esposo falso.

—Trata de llegar temprano, no quiero quedarme tanto tiempo con tus tías, ellas me asustan.

Noté que su mano seguía tomando la mía, y no veía intenciones de su parte de apartarla.

—Ellas no te harán nada, no se atreven.

—Si cuando llegues estoy muerta, ya sabes quiénes fueron las culpables.

Dejé un beso tierno en su mejilla y entré a la casa con sus llaves. Di unos cuantos pasos y luego me giré a mirarlo. Entre los barrotes del cancel, alcancé a ver cómo encendía el auto y se iba. Qué tristeza, tengo que volver ahí adentro y fingir que todas son tan agradables.

En medio del jardín había una enorme fuente; era tan hermosa que me daban ganas de tener una así cuando tuviera mi casa. En el borde de la fuente estaba Samantha jugando con sus muñecas. Tenía su gran mansión de muñecas a un lado, junto con sus carros de último modelo.

Cloe se volvería loca con esos juguetes.

—Hola, Sam —saludé acercándome a ella.

—Hola —me sonríe con dulzura.

En los días que lleva aquí, era con la única persona que podía convivir bien. Además de Chris.

—¿Qué estás jugando? —me senté a su lado.

—Estoy jugando con mis muñecas. Ellas son todas hermanas y tienen una gran mansión, y ahora están en la playa, donde Marcela… —levanta la muñeca de pelo castaño— va a conocer a su próximo novio.

Apunta al muñeco que estaba recargado en un carro de juguete negro.

—Qué divertido se escucha, ¿puedo jugar?

—¡Claro! Tú serás Victoria.

Cuando tuve la muñeca en mis manos, la puse encima de un carro. Ella me miró con desaprobación y supe que tenía que moverla, así que la aventé al agua con las demás muñecas.

—¡Samy, cariño! —grita una dulce voz femenina.

Miré hacia atrás y en mi campo de visión entra Camille. Su pelo lacio atado en una coleta, vestía un vestido rojo ajustado a su cuerpo con unos bonitos tacones caros color negro. Esa chica de verdad que era hermosa, debe traer a muchos hombres locos por ella.

—Hola, mami, estoy jugando con Kathe a las muñecas —la sonrisa de Sammy creció aún más al ver a su mamá—. Estamos en la alberca y Marcela ya iba a conocer al amor de su vida. Justo en la playa.

Cinco Semanas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora