36. Puñal al corazón

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Ethan Megalos

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Ethan Megalos

Veo como pierde las fuerzas y sus rodillas se doblan, logro sostenerla antes de caer y la acuesto en el piso —No por favor... no— me paralizo por un momento sin saber que hacer, reacciono cuando siento su mano frio tomar la mía —No me dejes, aguanta.

Corro hacia el teléfono y marco al 911, explico lo más breve posible lo que paso y doy la dirección, volviendo con Oriana en menos de dos minutos.

—Ethan— sorprendentemente su voz es clara y habla como si no sintiera dolor, mientras yo estoy sintiendo que el puñal en el corazón lo tengo yo.

—Aguanta un poco ¿Sí?— mis ojos se cristalizan con el pensamiento que ella me dejara.

Mi corazón se aprieta pensando como vuelvo a estar en una situación donde puedo perderla, pensando como el destino no quiere que la vida de Oriana este unida a la mía.

—Tengo que irme— su voz sigue siendo inusual, pero sus ojos están tan cristalinos como los míos.

Aparto la mirada, no sé ni como mirarlo, porque a mi cabeza solo viene el pensamiento de que ella me dejara.

—No... no puedes— mi voz se quiebra, y mi corazón va cayendo pedazo a pedazo —Ya viene la ambulancia.

—Ethan despiste— ¿Cómo? ¿Cómo me despido de mi oxigeno? ¿Cómo me despido del centro de mi universo? ¿Cómo despedirme cuando nadie se compara al sentimiento de apego que siento por ella?

—No— se me escapa un sollozo, junto con varias lagrimas —No lo haré— no puedo.

Una batalla se desata en mi interior, una batalla entre mis miedo y la realidad de lo que está pasando y ni siquiera sé que está pasando.

—Cariño, yo ya me despedí, es tu turno— juro que quiero salir corriendo, porque lo que estoy sintiendo es más fuerte que yo.

—No... Aguanta un poco más— la ambulancia debe estar cerca.

—Lo siento.

—Oriana no— quiero gritarle al mundo, gritarle a quien sea o lo que sea que controla nuestras vidas y nuestros destinos, preguntarle porque es tan narcisistas como para no querer que dos personas sean felices.

—Siento mucho haber llegado a tu vida y haberme ido como me fui— ¿Dónde está la maldita ambulancia? Siento que ha tardado una eternidad, pero cuando veo el reloj de la pared me doy cuenta que no van más de cinco minutos y solo soy yo que siento el tiempo se vuelve cada vez las lento, junto con la respiración de Oriana.

—Oria...

—Pero ya no podía más— si puedes cariño, puedes.

—Aguanta... quédate conmigo, falta poco— no sé a quién se lo digo, a mi o a ella.

—Si me quedo te seguiré haciendo daño, ya me quedé mucho tiempo— no entiendo como su voz sigue siendo tan clara, cuando el charco de sangre en el piso ya casi nos tiene rodeados.

—Ya casi— no quiero tocar la herida, tengo miedo de hacer más daño de lo que ayude.

—Te amo, no te lo dije mucho con vida y es de lo que más me arrepiento— sigues con vida, sigues con vida, sigues con vida.

—Basta... para...

—Te amo hasta después de muerta, nunca me imaginé que podría llegar a amar a alguien así, pero heme aquí— está viva, su peño sube y baja, está viva Ethan.

—Ya vienen mi amor, un poquito más— miro la entrada con la esperanza de ver una ambulancia estacionarse.

—Despídete Ethan.

—¡No!

—Hazlo— sus manos frías toman mi rostro haciendo que la mire y me recibe con una sonrisa, su rostro esta pálido y sus labios han perdido el color.

—No lo hare— no puedo aceptar que ella se ha ido, que ella se irá.

—Ethan, hazlo— una lagrima sale de sus hermosos ojos mieles y esa pequeña sonrisa tiembla.

—Te amo, te amaré siempre, te amo se siente tan pequeño a lo que siento por ti— me rindo a sus suplicas y le digo lo que quiere oír y lo que siento.

—Sigue con tu vida— esto me está matando, y veo una esperanza; la ambulancia, llegan y rápidamente vienen a su rescate.

—Ya la ambulancia llegó— le digo, pero veo como ellos se detienen en la entrada y se quedad viendo todo incrédulos —¿Que hacen?— veo como sueltan sus maletines y dejan de lado la camilla que traían —No... ayuden a Oriana.

—Señor— habla el que está más cerca de mí.

—Ayúdenla o morirá— suplico ya con varias lagrimas cayendo por mis mejillas y mentón.

—Señor— vuelve a hablarme el hombre y otro saca una jeringuilla de un maletín.

—No se queden mirándome y hagan su maldito trabajo— me aferro al suéter de Oriana con fuerza como si eso me mantuviera cuerdo.

—Señor, no hay nadie más aquí— habla el que tiene la jeringuilla en la mano.

—¿Qué?— es como si esa declaración me trajera a la realidad, una realidad que no conocía, de pronto dejo de sentir a Oriana en mis brazos y cuando miro abajo no hay nadie ahí —No, ella estaba en mis brazos hace un minuto, su sangre, su...— no hay sangre, solo un puñal que lo estoy presionando en mi corazón.

—Señor... No se preocupe, le brindaremos ayuda— se acercan lentamente y yo presiono más el puñal en mi corazón haciendo que se detengan.

—No... no estoy loco, ella estaba aquí— miro a mi alrededor, estoy en la casa de Oriana, pero todo está oscuro, los muebles están cubiertos con sábanas blancas y hay mucho polvo, mi respiración se acelera cada vez más.

Suelto el arma y me pongo de pie a mirar por todas las habitaciones, buscando a Oriana, o alguna señal de que alguien haya vivido aquí en los últimos meses, pero no, este lugar esta como si nadie hubiera vivido aquí desde hace meses.

—Señor tranquilo— escucho detrás de mí, pero mi concentración está en el vestido de novia colgado en el armario de la habitación principal.

—¡¿ORIA?!— grito con la esperanza que me responda al mismo tiempo que siento un pinchazo en mi cuello y como la inconsciencia viene a mí.

—¡¿ORIA?!— grito con la esperanza que me responda al mismo tiempo que siento un pinchazo en mi cuello y como la inconsciencia viene a mí

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*huye epicamente*

Por cierto, tenemos nueva portada, estoy en una etapa de mi vida donde no me gusta ver personas en las portadas de libros.

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