Capítulo 17. Renacer otra vez

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Una mañana a principios de noviembre, en un lugar de una ciudad...

Suena el despertador a la misma hora que todos los días. Un brusco manotazo detiene el sonido programado. Paco se levanta de la cama y comienza su jornada. Las ilusiones siguen sin encontrar a ese hombre que hace tiempo desapareció en la rutina. ¿Preparado para repetir la tarea de todos los días? Eso parece. Está sentado en la cocina, junto a un café y una barra de pan tostado con aceite y jamón york. Enfrente, tiene a su mujer que comparte el desayuno con la radio conectada.

—Quita la radio, haz el favor. Todos los días escuchando lo mismo. —Su mujer suspira, no está del todo conforme pero obedece. ¿Habrá algún día que se levante de buen humor?

El silencio se instala en la cocina. En esta ocasión resulta algo incómodo para el matrimonio, algo a lo que ya tendrían que estar acostumbrados. Pero entonces suena desde lejos el sonido de una sirena. Su mujer se levanta y se dirige a la ventana. Si hay algo que le cuesta controlar es la discreción.

—¿Es una ambulancia o son los bomberos? —El hombre ignora la pregunta de su mujer.

—Es una ambulancia —se responde ella de nuevo.

Entonces algo sucede. Se escuchan desde los rellanos varias voces. También hay gritos, incluso llantos. La mujer se acerca a la mirilla de la puerta pero no consigue ver nada.

—No le des importancia mujer. Alguna abuela que se ha caído, nada más... —Le resta importancia el hombre.

Coge la chaqueta y se despide de su mujer. Pero, una vez que se encuentra en el rellano, los gritos que antes se escuchaban son cada vez más claros. Baja por las escaleras. Ahora es él quien siente curiosidad. Y, de pronto, observa lo que menos podía imaginar. Sus vecinos totalmente desesperados viendo a su hijo inconsciente y atendido por el personal sanitario. Los llantos de la madre se clavan en la mente de Paco, que es incapaz de actuar lo más mínimo. A Paco le tiemblan las piernas, pero se queda completamente inmóvil. La palabra miedo recorre todo su cuerpo, tanto es así que hasta le falta el aire. La impotencia se apodera de esa escena. Le incorporan al niño el desfibrilador mientras segundos después comienzan con las maniobras de RCP. Paco no termina de creerse lo que está viendo. Sus padres cada vez están más alejados del niño ya que no les dejan acercarse al resto del equipo. Instantes después, todo desaparece. Una ambulancia circula a toda velocidad con las sirenas encendidas, y los padres son atendidos en otro vehículo que marcha en la misma dirección. Paco va recuperando el aliento, pero sigue sin creerse lo que acaba de ver. ¿Regresa de nuevo a casa? Necesita al menos un vaso de agua. Prefiere no hacerlo. Piensa que no es nada agradable contar lo sucedido. Su memoria repite lo que acaba de ver: un niño que era feliz inconsciente y que no respira, unos padres desesperados que no son capaces de hacer nada por él, un médico junto al servicio sanitario intentando reanimar a la víctima y un dolor que jamás se podría describir. Paco sigue en shock. Definitivamente, con la mente en otro lado se dirige a la tienda, a su hogar de cada día. Hoy no va a ser un día como otro cualquiera...

Ese mismo día, por la tarde, en otro lugar de esa ciudad...

Guillermo sale con prisas de clase. Las tres en punto y por fin ha terminado la mañana. Pero no por ello ha finalizado el día, ni mucho menos. En primer lugar porque tiene a finales de esta semana un examen y todavía no ha tenido tiempo para preparárselo, aunque también es verdad que por las prácticas que ha realizado en clase parece que no va a tener problemas en aprobar. Y en segundo lugar, ha quedado esta tarde con sus amigos, Álvaro y Rafa, pues hoy deben decidir qué hacen definitivamente con Sheila, si pagar o ignorar su propuesta y arriesgar a que no cumpla su chantaje. Según les explicó Álvaro ya tenía que haberle pagado, pero ha tenido la suerte de poder alargar unos días, para ser exactos hasta hoy. Comprueba el móvil nuevamente. ¡Tiene diecisiete mensajes de Lucía! ¿Habrá pasado algo? Comienza a leer rápidamente pero únicamente le avisa de que ha tenido una buena mañana, que sus clases han finalizado antes de hora y luego le ha enviado varias fotos suyas con todo lo que iba realizando. ¿Es normal dar tanta información? Depende de parejas o de personas. Aunque Guillermo sigue sin estar acostumbrado a informar de cada novedad o estar tan pendiente del móvil como lo está ella. A Lucía le encanta, y ha sido así desde el primer día, pero también es cierto que estos últimos días sus mensajes y fotos van aumentando. ¿Será por la confianza? Puede que sea una opción. Segundos después, un compañero de su clase se para a hablar con Guillermo. Ambos van a la misma dirección, así que guarda el teléfono móvil en el bolsillo y habla con su compañero de las clases que han tenido durante la mañana.

"Yo también" no es decir te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora