Una tarde a principios de noviembre, en un lugar apartado de la ciudad...
¿Cómo ha llegado hasta allí? Abre los ojos e inspecciona la cama donde se encuentra. Está en la habitación de un hotel. ¡Sí! Ya lo recuerda todo, obviamente tampoco había mucho que recordar, solo que se le ha hecho extraño despertar en un sitio que no es su casa. Sábado por la mañana. Se frota los ojos y se queda sentado en esa cama completamente desecha. Apenas ha descansado, y lo fácil sería culpar a la ausencia de su colchón o su almohada. Pero sabe que si no ha dormido bien ha sido a causa de su tristeza y sus pensamientos. La situación no ha sido nada agradable en estos últimos días para Guillermo. Sabe que él no es así, no le gusta hacer daño a nadie, sus intenciones no han sido en absoluto hacer sufrir a ninguna de las dos chicas, aunque las circunstancias se han dado de tal manera que ha llegado a este punto. Por eso tomó la decisión de irse solo aunque sea por unas horas. Menos de un día. Fue inesperado, nada más terminó el examen, salió de las aulas en busca de esa respuesta que necesita. Ese examen que está convencido de que ha aprobado y, por el contrario, tanto le cuesta con esta asignatura pendiente: el amor. Ojalá todo fuera más sencillo, tanto como lo que hay escrito en un libro. Pero el amor no es una fórmula de matemáticas. Hay que saber escuchar, sentir y amar. Pero decidir esta salida en solitario cree que le ayudará. Una pequeña escapada de la rutina, de su entorno. Necesita encontrarse consigo mismo y aunque no está del todo seguro en que haya sido una buena idea, finalmente tomó la decisión de probar, al fin y al cabo poco tiene que perder. Les dijo a sus padres que pasaría la noche junto a sus amigos Álvaro y Rafa en una fiesta que habían organizado y, luego, dormirían los tres en casa de Álvaro, como en los viejos tiempos. Y aunque sus padres y su hermana no terminaran de creérselo, tampoco imaginarían que estaría en estos instantes solo en la habitación de un hotel.
Se coloca el batín encima de su pijama azul marino y abre la puerta cristalina del balcón. Hace un día espléndido, aunque el frío se hace notar a estas horas de la mañana. Los primeros rayos del sol acarician la fachada del edificio donde Guillermo apoya sus brazos en la barandilla. No son las mejores vistas, pero también es cierto que le gusta lo que está viendo: una placeta con columpios y al fondo la entrada de un inmenso parque, del que sobresalen unos grandes árboles rojizos y anaranjados que poco a poco se van desnudando. Por unos segundos se queda pasmado, y no porque esté impresionado por el paisaje, no, pero esta calma que le rodea le hace pensar de nuevo en estos últimos meses.
Lucía. La chica morena de grandes ojos marrones con un físico de escándalo. Es perfecta o, mejor dicho, casi perfecta. Y aunque Guillermo es consciente de que la perfección no existe ni en nada ni en nadie, ese casi anotado en la universitaria le sigue preocupando y mucho. Hasta ahora ha puesto mucho interés en conocerle, en llevar la iniciativa de la relación y, sobre todo, le quiere. Claro que le quiere, ¡si hasta se lo ha dicho! «Te quiero». Y lo recuerda como si se lo estuviese diciendo de nuevo, con la misma mirada que Lucía mantuvo esperanzada durante esos eternos segundos. ¿Y él? Él se quedó bloqueado sin saber exactamente qué responder. ¿Por qué no dijo esas dos palabras? Te quiero. Y entonces todo habría cambiado. La pregunta es... ¿le echó atrás que le cueste expresarse o la discusión que tuvieron minutos antes? Y de ahí proviene lo que tanto preocupa a Guillermo. Esa posesión de querer saber lo que hace o deja de hacer Guillermo en cada momento. Y los celos, sí, su talón de Aquiles.
Luego está Inma, el polo opuesto de Lucía. Físicamente no es competencia para su contrincante. Quizás si se arreglase más a menudo podría tener su encanto para algunos chicos, pero ni siquiera llega a ser presumida. Además, los problemas personales que ha sufrido en un tiempo atrás le hacen ser una persona débil e insegura para sociabilizarse con la gente. Pero Inma tiene algo que no poseen la mayoría de personas: una sinceridad profunda junto a un buen corazón dispuesto siempre a ayudar a los demás. Por difícil que parezca, Guillermo ha encontrado en ella algo diferente a las demás.
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"Yo también" no es decir te quiero
Romansa¿Sabes? He estado observando esta mañana desde mi ventana. Algunos caminan cabizbajos, otros corren apurados de un lugar a otro como si se les fuese a ir la vida. Los hay que van a un bar en busca de una cerveza a falta de sonrisas. ¿Pero...? Todos...