Una tarde a finales de octubre, en un lugar de la ciudad...
Aún no puede creérselo. ¿Cómo es posible que todavía no haya conseguido una cita? Dedica mucho tiempo a clasificar a las chicas que le aparecen disponibles en si son de su agrado o no, pero lamentablemente o bien no son tantas las que coinciden con el chico o las conversaciones que ha llegado a mantener han sido breves y sin mucho interés. Cristian empieza a desesperarse. Ya no es cuestión de que encuentre el amor de su vida, más bien se ha convertido en su reto personal, ligar sí o sí. Pues sigue teniendo la confianza suficiente en saber que lo puede conseguir. ¡Si ha ligado cantidad de veces! Y la mayoría son ellas quienes buscan al estudiante. Por eso, quiere una vez más salirse con la suya y conocer gente de manera diferente. ¿Cuánto hace que se dio de alta en esa aplicación? Ha perdido la cuenta, pero todavía no llega al mes. Esta mañana no ha podido utilizar la aplicación, y no porque él no haya querido, pero el día anterior agotó todas las opciones y tiene que esperar veinticuatro horas para volver a activarla. También había otra opción, que era pagar, pero él se ha negado y seguirá esperando.
Sale a la calle. Todavía huele a tierra mojada, y el contraste de temperatura es brusco ya que en su casa tenía bastante alto el termostato de la calefacción. Camina esquivando los charcos. De nuevo vuelve a verse más gente de lo habitual por las calles de la ciudad, y es que ha sido un verdadero alivio que el sol vuelva a lucir en un cielo despejado. Poco después escucha una notificación de su móvil. ¿Le ha hablado alguien? No. Pero le avisa que de nuevo puede volver a funcionar lo que tantas ganas tenía. No es que esté desesperado, simplemente se lo ha tomado ya como algo personal. Y, en mitad de la calle, agacha la mirada para volver a centrar sus verdes ojos en la pantalla. ¿No podía esperar un poco más? Lo más triste es que Cristian no es el único ciudadano que pasea con la mirada pegada a su dispositivo móvil. Cada vez son más los que ignoran por donde caminan para estar presentes en otro sitio.
El semáforo se ha puesto en rojo. Cristian se detiene, aunque apenas ha levantado la mirada. Sigue centrado en su asunto personal. Y así, vuelve a clasificar a cantidad de chicas, donde solo unas pocas le resultan familiares. El resto son jóvenes que nunca antes había visto. Sale la foto de una chica rubia con el pelo rizado, cuyo nombre según indica es Irina. Parece bastante guapa y tienen muchas cosas en común. Acepta con el dedo y parece ser que ella ya había deslizado antes su foto en la misma dirección. ¡Se gustan! ¿Será Irina la chica definitiva? Cristian sigue ignorando su alrededor por lo que abre una conversación con Irina. Justo al lado de Cristian, una chica alta con el pelo castaño, ojos grandes y una chaqueta marrón se fija en el chico. Le parece bastante atractivo y piensa algo para desviar su atención y así que pueda fijarse en ella. Se coloca más cerca de él, simplemente necesita que levante la mirada y así pueda mirarla. ¿Adónde van las sonrisas cuando no son observadas? Eso mismo se pregunta ella. El semáforo indica que los peatones pueden volver a circular y Cristian sigue su camino. La chica de la chaqueta marrón cambia su trayecto para seguir al chico. ¿Desde cuándo hace ella esas cosas? Solo necesita que le vea, si definitivamente le ignora ella hará lo mismo. Pero está segura de que si terminan viéndose y le sonríe, puede darse a conocer.
Cristian, que va unos pasos más adelantado, sigue en línea recta por la calle. La chica, casi a su lado, no se da por vencida y continúa los pasos del joven. Finalmente Cristian entra a una tienda. Ahora sí que ha dejado el móvil en su bolsillo. Parece que la chica de la chaqueta marrón todavía tiene esperanzas. Decide esperarle en la puerta, así cuando él salga ella entrará, lo que seguramente será suficiente para que se observen. Minutos después todo va saliendo a la perfección. Cristian sale de la puerta de la tienda mientras ella hace como que va a entrar. Pero no todo sale como uno quiere, y es que Cristian vuelve a situar la mirada exactamente en el mismo sitio donde la tenía hace apenas unos minutos. Ella se desilusiona. Intenta llamar su atención con un saludo:
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"Yo también" no es decir te quiero
Romansa¿Sabes? He estado observando esta mañana desde mi ventana. Algunos caminan cabizbajos, otros corren apurados de un lugar a otro como si se les fuese a ir la vida. Los hay que van a un bar en busca de una cerveza a falta de sonrisas. ¿Pero...? Todos...