Una madrugada a principios de noviembre, en un lugar de una ciudad...
Se acaba de despertar. Todavía falta una hora para que suene el despertador y, de ese modo, iniciar su rutina. No ha dormido del todo bien, sin contar que se ha despertado varias veces. Quizás, no estamos acostumbrados a dormir con la inquietud y la decepción. Así es como se siente el estudiante. Decepcionado consigo mismo y preocupado, no lo puede evitar. Él estaba encantado con Lucía. Desde que la conoció se ha divertido y ha pasado momentos inolvidables. Y claro está que también ha sentido por ella emociones que hacía tiempo no sentía por nadie. Pero con el paso de los días, también está conociendo el otro lado de Lucía. Sí, la chica que necesita explicaciones, decirle con quién habla o deja de hablar, y, también, la misma que no puede ocultar ponerse celosa al mantener una conversación con otra chica. Definitivamente enciende la luz de su habitación. Se levanta de la cama y conecta el móvil. Necesita saber si ha recibido alguna novedad, pero transcurridos unos minutos comprueba que no hay noticias de Lucía. ¿Y si le escribe él? Es lo que está pensando, pero ¿el qué? ¿Una disculpa? No, eso sería dar un paso atrás. Él no tiene que disculparse de nada. ¿Y ella? Quizás tampoco, o quizás... Le gustaría escribirle pero, esta vez, el problema no se trata de expresar, sino más bien de asumir los errores de cada uno. Entra en su cuenta de Instagram. Su dedo índice se desliza de abajo hacia arriba para ver las últimas novedades de sus amigos, y entre ellas, hay una fotografía que le sorprende. Aparecen él y Lucía. Fue la primera foto que se hicieron juntos. Sí, esa misma tarde que se conocieron. Habían acabado la carrera de coches. Ninguno de los dos ganaron, aunque en realidad los dos se encontraron con el mejor premio que podrían tener: conocerse. Lucía ha puesto un filtro a la imagen que ha subido, por eso aparece la fotografía en blanco y negro, y en ella hay un título que obviamente Lucía ha escrito: «¿De qué color es el amor?». Por un instante, Guillermo reflexiona. Sabe que los colores de esa imagen no reflejan un buen momento, pero es ahora cuando podría responder con algo original y creativo. Sin embargo, la duda sigue muy presente en esa habitación donde la luz permanece encendida.
Una madrugada a principios de noviembre, en otro lugar de esa misma ciudad...
Ella tampoco ha pegado ojo en toda la noche. Lleva despierta desde hace casi tres horas. En estos instantes se da cuenta de lo largas que pueden ser las noches. Abre la ventana de su habitación y sube la persiana lentamente. No quiere hacer ruido ni, mucho menos, que se despierten sus padres. Suena el mechero para encender el primer cigarro del día. Está nerviosa. Se asoma a la ventana y da la primera calada. Luego intenta hablar consigo misma. Es difícil encontrarse, y más cuando te buscas a propósito. Observa el cielo oscuro, apenas hay estrellas. Solo el aire sopla en esta madrugada otoñal. Una nueva calada, suelta el humo lentamente. Es consciente de que no es perfecta. Pensaba que una cara bonita y un cuerpo delgado podrían ser suficientes para conquistar al chico que quisiese. Pero también ha aprendido que en el amor es diferente. A veces no es suficiente el físico, a veces influyen otros factores. Sabe que tiene las de ganar porque, si ella conoce sus puntos débiles, solo debe controlar aquello que le molesta a Guillermo: los celos y la posesión. Pero también existen unas pequeñas posibilidades de que esto termine. Sí, Guillermo no tiene tan claro aquello que siente. Al menos, eso demostró ayer. ¿Qué le costaba decir esas dos palabras? Te quiero. Todo habría cambiado. Ambos habrían sonreído, habrían estado felices y, sobre todo, habría sido un paso importante en esta relación. Echa la culpa a esa tal Inma. Al pensar en ella, Lucía no puede evitar que le caiga mal. Va de mosquita muerta pero sabe que está coladita por Guillermo. Se le nota en la mirada, en esa sonrisita que siempre le hace quedar bien. Una calada más y apaga la colilla, luego, la deja caer. El cielo comienza a aclarar, aunque el sol todavía no se deja ver. Cierra la ventana y comienza a vestirse. Un nuevo día está a punto de empezar. Pero antes, comprueba si tiene alguna notificación en Instagram. Nada, no existen notificaciones de nadie.
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"Yo también" no es decir te quiero
Roman d'amour¿Sabes? He estado observando esta mañana desde mi ventana. Algunos caminan cabizbajos, otros corren apurados de un lugar a otro como si se les fuese a ir la vida. Los hay que van a un bar en busca de una cerveza a falta de sonrisas. ¿Pero...? Todos...