Capítulo 5. La felicidad perdida

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Una mañana a principios de octubre, en un lugar de esa misma ciudad...

El tiempo es el verdadero regalo de la vida. Sí, aquello que tenemos todos los días en nuestras manos y que la gran mayoría de veces no somos capaces de aprovechar. Preferimos invertir nuestro tiempo, dejarlo pasar o, lo que es lo mismo, malgastarlo. A muchos el tiempo nos desgasta, como cuando dejamos un proyecto a medias o cuando estamos terminando un año. Siempre se empiezan las cosas con ilusión, con ganas, pero el tiempo sin saber por qué nos frena. Nos debilita, sí. Y, sin embargo, él es imparable, como una flecha o una bala. Cuando te das cuenta, el tiempo puede sorprenderte más de lo que piensas, como le sucede a Raquel.

Raquel tiene cuarenta y un años, y lleva desde los veinte casada. Ambos trabajan, además tienen una hija en común de dieciocho años. Un sueño, ¿verdad? Se casaron siendo muy felices. Ella lo deseaba con locura, como nunca antes había amado, ¿y él? Él podría contar las estrellas cada noche con tal de seguir a su lado. Sin embargo, algo ha cambiado con el paso de los años. Los besos han ido menguando, sus miradas se han ido apagando, pero ¿le quiere? Sí, claro que le quiere. Si llevan veintiún años de casados y cuatro de novios, sin contar todos los momentos que han disfrutado junto a su hija. Pero hay algo en ella que le hace sentir distante, y no solo de su pareja, también de su familia, de su vida...

Todavía recuerda aquella cena donde ahora quien es su marido le propuso matrimonio. Ella estaba feliz, deseando escuchar la ansiada pregunta, era él, era el sitio, simplemente era su sueño. Y lloró de felicidad, y lo abrazó, y lo amó. Ella se recuerda tan joven... Quería comerse el mundo, con un futuro lleno de retos y proyectos, y ahora... El tiempo ha hecho que no se reconozca. Y es que cambiamos tanto con el tiempo...

Pero, ¿qué ha sucedido para que se sienta tan distante de su marido? Si él la quiere, y le sobran las palabras cuando existen las miradas. Unas miradas tan llenas y, sin embargo, otras tan vacías. Él se esfuerza por hacerla feliz. Sigue siendo ella junto a su hija lo más importante de su vida. Y aunque no siempre sus planes o sus intenciones sean acertadas todos somos personas. Claro, él también se equivoca. Él también es humano.

Y ella pasea sola por las calles de la ciudad. Camina buscando esa soledad que ya no encuentra ni en las noches más frías de invierno, porque son sus propios pensamientos los que no la dejan estar consigo misma. Y, ¿qué es lo que busca Raquel? Busca un sentimiento, esa llama que se prendió una vez y durante tantos años permaneció encendida. Busca una ilusión, un sueño y un viaje. Busca otra mujer cuando se mira en el espejo, busca dormirse cada noche en la cama con una sonrisa. Busca la felicidad perdida. Se sienta en el banco de un parque. Ese mismo asiento donde entonces su marido la vio por primera vez. Ella estaba sentada un sábado por la tarde mientras esperaba a su amiga. El plan de aquella velada era ir juntas al cine. Un cine, todavía con las imágenes en blanco y negro, que estaba justo a unos metros de ese parque. Raquel esperó unos minutos sentada en aquel banco donde destacaba su abrigo de color rojo. Lo que ella no sabía es que un admirador la estaba observando. Sí, él trabajaba en las taquillas del cine. Instantes después, la lluvia acercó a la joven a las taquillas, y el chico viendo que no tenía acompañante se pudo permitir el intento.

—¿Está esperando a alguien, señorita? —Siempre ha sido tan educado...

—Yo, bueno, estaba esperando a una amiga pero por lo que veo... —No pudo concluir la frase ni las explicaciones.

—¿Le gustaría entrar conmigo? Termina ahora mi turno, y sería un placer invitarla.

Y los recuerdos que todavía están grabados en su mente se convierten en lágrimas. La tristeza y el miedo se unen para, así, al fin sentirse derrotada y culpable de algo de lo que en realidad no tendría por qué. Y en ese mismo parque, mientras Raquel observa el frente, se da cuenta de que aquel cine ya ha dejado de existir, ahora ese mismo edificio ha sido reemplazado por un centro comercial y todo a su alrededor ya no es como antes. Incluido ella.

"Yo también" no es decir te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora