Capítulo 8. El miedo es parte del espectáculo

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Una mañana a mediados de octubre, en un lugar de una ciudad...

El miedo es esa sensación que sentimos personalmente por la presencia de un peligro real o imaginario. La mayoría de personas sentimos miedo gracias a una región del cerebro que produce esta sensación en determinadas escenas o áreas que nos encontramos. Sin saber exactamente por qué, a veces ocultamos el miedo, intentando así ser más valientes o llamativos, sin darnos cuenta de que el miedo no solo es una sensación humana. También nos ayuda a estar en alerta en ciertas situaciones, por lo que podría considerarse un gran beneficio.

Y, en este momento, es así cómo se siente Leire. Corre por los largos pasillos del instituto. No hay nadie, solo ella. Todo está bastante oscuro, y el frío y la humedad habitan en el gran edificio. Pero, ¿qué hace allí? Mira hacia atrás donde no ve nada, pero sabe que él está cerca. El miedo le beneficia en este momento, si no llega a ser por lo que siente ¿qué le estaría pasando? Busca la salida pero no la encuentra, todo está tan diferente... Ha dejado de correr, se para al final del pasillo donde sabe que si quiere encontrar la salida deberá retroceder. Camina esta vez mucho más despacio, a su alrededor todas las aulas están cerradas con llave. Sabe que algo va a suceder, se siente tan pequeña en estos momentos... Nota presión en su pecho, y cada pisada le pesa más que la anterior. Algo ha caído en su cabeza. Parece que ha sido una gota de unas tuberías que recorren la instalación. Sus ojos verdes miran hacia arriba. Solo es una gotera. Pero cuando su mirada vuelve al frente hay algo que le preocupa. Hay un hombre a muy pocos metros de ella. Está completamente quieto, pero sabe que le está mirando fijamente. No consigue saber quién es pues la escasa iluminación le dificulta detectar su rostro. Y ahora sabe lo que es sentir miedo. Vuelve a dar media vuelta e intenta correr, sabe que él está cada vez más cerca. El miedo le impide gritar hasta que finalmente siente cómo una mano le coge del brazo. Ahora ya no puede hacer mucho más. No tiene suficiente fuerza para escaparse de él. Sus dedos aprietan cada vez más fuerte su delgado brazo. Ella, entre lágrimas, levanta la mirada... él, él es...

Sus ojos se abren y Leire despierta de un sobresalto. Otra vez ese sueño, otra vez esa pesadilla. Ya es la tercera vez que se repite el mismo sueño en estos últimos días. Mira el despertador y solo faltan cinco minutos para que suene la alarma de su móvil. Es una de las cosas que más rabia le da, despertarse minutos antes de iniciar el día. Aunque por lo que estaba soñando es cierto que prefiere levantarse cuanto antes de la cama. Está sudada. Resopla por lo mal que ha dormido y porque desde luego no tiene ningunas ganas de ir a clase. Se dirige al cuarto de baño para darse una ducha antes de desayunar. El intento de abrir la puerta resulta fallido cuando no consigue abrir la puerta. El pestillo está echado. Parece que su hermano se le ha adelantado esta vez y deberá de esperar.

—¿Te falta mucho? —grita mientras golpea la puerta con el puño cerrado.

—¡Cinco minutos! Me falta aclararme y secarme... —responde su hermano desde la otra parte de la habitación.

—¡Pues va! —protesta la joven seria mientras se dirige a la cocina.

Mientras, se toma su desayuno diario: café con leche y galletas. Recuerda todo aquello que viene relacionado con su pesadilla; el profesor de educación física. Piensa en esa última invitación de clases particulares de pádel, una sugerencia que por lo visto solo ella ha recibido. Y aunque hasta ahí todo puede resultar normal, hay algo que le dice que no debe estar a solas con ese hombre. En estos últimos días no ha pasado nada llamativo, salvo las miradas que le dedica cada vez que se cruzan por los pasillos e incluso los Me gusta que recibe en su página de Facebook cuando sube fotos donde aparece ella. Pero también es cierto que, hasta ahora, Pedro no ha tenido ningún problema con ningún alumno, y mucho menos como ella piensa. ¿No se estará equivocando? Es la otra opción, y seguramente la más probable. Le gustaría comentárselo a sus amigas, pero sabe que si es así, esté equivocada o no, la voz se correrá y cuando menos se lo espere lo sabrá ya medio instituto. Casi es preferible que siga en silencio.

"Yo también" no es decir te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora