Capítulo 4. Evolución

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Una mañana a principios de octubre, en un lugar de una ciudad...

Leire tiene dieciséis años. Lleva el pelo largo, castaño y en su frente guarda la marca de una cicatriz que se hizo de pequeña mientras cayó jugando a pillar. Es delgadita y no del todo alta, pero si se destaca por algo es por sus grandes ojos verdes. Cualquier chico que va a su clase desearía salir con ella. Sí, es verdaderamente guapa. Pero en ella no solo sobresale su físico. Es considerada por todos una persona simpática y muy agradable, aunque es cierto que también tiene mucho carácter, y conseguir que se enfade se puede logar con mucha facilidad. Respecto al tiempo libre le encanta ir de compras, presumir y salir a bailar con sus amigas. Aunque a su edad, ¿a quién no le gusta ir de fiesta?

Está a punto de bajar del autobús junto a sus amigas y compañeros de clase. Como todos los miércoles tiene clase de educación física y, días atrás, acordaron esta fecha para realizar una sesión de pádel fuera del centro. El día es soleado, todavía se puede apreciar algún pequeño charco del último día de lluvia y, aunque la mañana ha vuelto a salir fresca, todo apunta a que en un rato la jornada será apetecible para hacer deporte. Mientras el vehículo sigue su ruta los alumnos, todos entre quince y dieciséis años, hablan y conversan de sus sueños y problemas. En los dos primeros asientos de la izquierda, una pareja de amigas habla del próximo examen que tienen de matemáticas. Les encantan los números y no temen a lo que puedan preguntar, en todo caso, dudan más de los partidos que jugarán hoy pues el deporte no es su punto fuerte. Unos asientos más atrás, una amiga habla ilusionada del chico que le gusta de su clase, su compañera, en silencio, entristece sin saber cómo decirle que ella siente lo mismo por el mismo chico. Justo al lado, en la parte derecha de los asientos, dos chicos están girados hablando con sus compañeros que tienen detrás, ahora mismo no les importa otra cosa más que las partidas que van a jugar y los partidos de fútbol que se disputarán esta noche. Al fondo del autobús, de nuevo en la parte izquierda de los asientos, dos chicas conversan sobre el plan del próximo jueves por la noche, cuyo objetivo principal es divertirse con ciertas sustancias que hasta ahora no están del todo informadas. Solo quieren vivir, aunque lo que ellas no saben es que sus propias vidas corren peligro como no cambien de aquí a poco. Por último, al final del vehículo, dos chicos mantienen silencio pensando en sus cosas. Uno está preocupado porque escuchó anoche cómo su padre discutía por teléfono por cuestiones de trabajo, su compañero de al lado, solamente mira a lo lejos a la chica que tanto le gusta. Sí, esa chica se llama Leire.

El autocar llega a su destino. La clase va bajando para recoger sus bolsas deportivas que antes dejaron en el maletero. Y una vez que todos están preparados, Pedro, el profesor de educación física, ejerce su deber llevándolos a las pistas de pádel que hasta ahora permanecen reservadas. Leire, a pesar de que no le gusta mucho el deporte, es la que mejor viste para el torneo, destacando el color rosa que lleva en su camiseta a tiras y una falda blanca. Además, luce unas zapatillas también blancas que, aunque tengan más de un año, siguen estando como nuevas.

Una vez que las  parejas están preparadas para jugar, que casi todas han coincidido con las mismas que estaban sentadas en el autobús, empiezan a iniciarse las primeras partidas mientras que la otra mitad de los alumnos se dedica a observar las partidas. El ambiente se llena alegría por parte de unos, de tensión por parte de otros, de gritos, de ánimos, de vidas...

Leire aguarda junto a su amiga Naiara su turno para jugar. Han consultado las listas y en menos de media hora empezarán su partida. No es que tenga demasiada ilusión por jugar, y menos aún por ganar, pero por lo menos es una mañana diferente donde no estarán seis horas sentadas enfrente de una pizarra. Pedro, el profesor de educación física, observa a Leire junto a su amiga cómo esperan mientras conversan de pie, por lo que decide acercarse por si tienen alguna duda.

"Yo también" no es decir te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora