Si hay algo que Borja tiene claro, es que solo desea encontrar esa alma gemela con la que compartir esa felicidad que todos tienen y que a él se le resiste.
O tal vez es porque siempre ha estado enamorado de la persona incorrecta y necesita encont...
No importa cuán oscura que sea la noche, el día siempre vuelve a aparecer y nuestro viaje comienza una vez más. Final Fantasy X
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Mi cabeza va a estallar en el próximo minuto si sigo oyendo a Sebastian y Álex discutir.
No han parado desde que dejamos a Max en su viaje. Sebastian nos siguió en su auto hasta acá y en cuanto nos bajamos, siguieron en este enfrentamiento ajeno a mi dolor de cabeza.
—¡Soy tu hermano mayor!
—¡Soy una adulta! ¡No puedes obligarme!
—Álex. No voy a seguir insistiendo. Tienes que volver conmigo, ahora.
—¡Quiero estar aquí!
—Deja de comportarte como una malcriada.
—¿Te sorprende? ¡Soy una malcriada!
—Oye, vuelve...
Un portazo y silencio. Silencio al fin.
Suspiro sin contenerme. Sebastian me observa enfadado y yo me encojo de hombros en el sofá.
—¿Qué? —gruñe
—¿No crees que... estás exagerando un poco?
—No. Álex ha demostrado que no puede mantenerse a sí misma y no puede vivir sola. Soy responsable de ella.
—Vamos, que no estará sola. Estará conmigo y ya no es una niña. Ha mejorado bastante desde la última vez.
—Borja. Mi hermana acaba de salir de una clínica de rehabilitación. No puedo dejarla sola otra vez.
—No confías en ella.
—¡Claro que no confío en ella!
Alzo las cejas ante su tono hostil. Sebastian cierra los ojos y sacude la cabeza y luego gira hacia la puerta de entrada.
—Cuídala por mí hasta que logre convencerla. Y no la dejes sola, serás su sombra.
—Sí, jefe —murmuro, haciendo un saludo militar.
Dejo caer la cabeza en el respaldo del sofá cuando cierra la puerta, un momento después, Álex aparece en mi campo de visión.
—¿Cómo hiciste que se fuera? —pregunta mi amiga con el ceño fruncido.
—Convertirme en tu niñero.
Me sonríe y rodea el sofá hasta sentarse a mi lado.
—Gracias por dejar que me quede. Solo serán unos días, lo prometo --murmura, apoyándose en mi pecho.
—No tienes que agradecer, me gusta que estés aquí —digo con sinceridad, después de todo, también es mi amiga—. Pero vas a tener que resolver las cosas con tu hermano. No quiero que esto se transforme en una batalla campal cada vez que se vean.
