Si hay algo que Borja tiene claro, es que solo desea encontrar esa alma gemela con la que compartir esa felicidad que todos tienen y que a él se le resiste.
O tal vez es porque siempre ha estado enamorado de la persona incorrecta y necesita encont...
Un famoso explorador una vez dijo que lo extraordinario está en lo que hacemos, no en quiénes somos. Tomb Raider
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En el último tiempo, Álex se ha deshecho de un montón de pertenencias que le recuerdan su pasado. Como no se ha mantenido en un lugar estable desde hace mucho tiempo, la cantidad de cosas personales que tiene no son muchas, pero su hermano le ofrece ayuda de todos modos.
Mientras preparo el desayuno, ya siento que la estoy extrañando. Desearía que se quedaran un poco más, pero esta situación es inminente.
Me siento estúpido. Alex ha tenido una vida bastante complicada los últimos años y siempre tiene una sonrisa para ofrecer cuando me ve apenado, mientras yo estoy armando todo un lío en mi cabeza por quedarme viviendo solo.
—Huele bien —comenta Sebastian, acercándose a la cocina.
Me da una sonrisa ligera, pero en lugar de devolvérsela, me pongo nervioso y aparto la mirada, concentrándome en lo que hago.
—Solo son huevos.
—Pero algo le añadiste, ¿no?
—Mmm...
Ya he notado que tiene asuntos con el tema de la preparación de las comidas y la limpieza. Quizás solo intenta asegurarse de lo que va a comer.
—Un poco de ajo —respondo, sin mirarlo—. Lo pico en finos cuadrados, luego los cocino con un poco con aceite de oliva antes de echar los huevos. Están muy bien lavados, por cierto, me preocupo de que esté todo muy limpio.
Su silencio me pone nervioso, y parezco un robot haciendo las cosas de forma mecánica mientras me mira.
—¿Qué? —pregunto con un titubeo en mi voz.
—No necesitas explicarme todo lo que haces. Confío en ti.
Me quedo pasmado. ¿Entonces su manía es solo por un tema de confianza?
Me regala una sonrisa y empieza a moverse por la cocina como si la conociera desde siempre. Abre las estanterías y saca utensilios preparando la mesa. A los minutos, Alex sale de la habitación cargando el mismo bolso con el que llegó hace unos días.
—¿Ya tienes todo listo? —le pregunta Sebastian.
Ella no responde. Me sobresalto cuando sus brazos me rodean por la cintura, apoyándose en mi espalda.
—Extrañaré tanto tu comida —murmura con diversión—. Si mi alimentación depende de mi hermano, moriré de inanición.
—Tú también puedes cocinar, ¿lo sabías? —se defiende él.
—No quieres que haga explotar tu cocina el primer día, ¿verdad, hermanito? —se burla mi amiga—. No entiendo cómo has sobrevivido tanto tiempo solo.