🎮16. Sweet surrender

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Nuestro miedo hace que juguemos a lo seguro, pero sin emoción ya estás muerto.
Max Payne

Ahora que mi excitación ha bajado y mi momento de valentía se ha esfumado, las miradas que Sebastian me dirige desde el sofá donde está sentado, se sienten invasivas

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Ahora que mi excitación ha bajado y mi momento de valentía se ha esfumado, las miradas que Sebastian me dirige desde el sofá donde está sentado, se sienten invasivas.

No puedo mirarlo a la cara sin recordar lo que pasó justo antes que la banda terminara de tocar y aparecieran minutos después en esta misma sala, mientras Sebastian estaba en el baño y yo hacía intentos inhumanos por fingir que nada había ocurrido.

Sigo un poco mareado por el alcohol y la respuesta inteligente sería dejar de beber. Pero por lo visto, no soy tan listo como creí.

El alcohol me adormece y empiezo a sentir el peso de mis párpados cuando una mano rodea la parte alta de mi brazo.

Los ojos de Max, demasiado cerca, me observan con el ceño fruncido.

—Amigo, ¿estás bien? —pregunta, a kilómetros de ahí.

—Mejor me voy a casa —logro balbucear. Intento ponerme de pie, pero la cabeza me da vueltas y no logro mantener el equilibrio.

Max me toma por la cintura, evitando que me caiga. No recuerdo la última vez que me emborraché de esta manera y en momentos como este recuerdo por qué no suelo hacerlo.

Escucho varias voces que se sobreponen, y luego otro brazo me rodea para ayudarme a caminar. No logro enfocar, pero estoy tan cerca que puedo reconocer el perfume de Sebastian. Es tan intenso que, ahora sin el filtro de mi autocontrol funcionando, me tiento de acercarme a su cuello y oler ese aroma que me aturde más que el alcohol en mi sangre.

Pero mi cuerpo se resiste a mis impulsos, dominado por el miedo a ceder a la tentación.

—¿Dónde me llevas?

—A casa —responde en voz grave—. A mi casa.

—¿Por qué?

—Para estar a solas contigo.

El mundo se sacude. No... no es el mundo, soy yo. Sus palabras me generan un escalofrío de placer y temor mezclados.

Estoy muy mareado como para pensar con claridad.

Los momentos siguientes, hasta que llegamos a su departamento, son un borrón confuso e inexplicable. El sonido de la puerta al cerrarse me trae brevemente a la realidad.

Sebastian posa su mano en la curva de mi cuello con su pulgar, acariciando suavemente mi piel.

Mi cuerpo responde en un impulso y doy un paso hacia él y lo beso.

Sebastian me da un leve empujón para separarme de él, apartando la mirada.

—Espera, no —murmura, con los ojos cerrados—. No te traje aquí para esto.

Punto de control©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora