Capítulo 16 : La batalla de Hogwarts

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Draco nunca había sentido que una maldición cruciatus durara tanto como ésta. Después de que la adrenalina desapareció la noche en que regresó a Hogwarts y se metió en la cama de Theo, se despertó con fuertes calambres musculares y dolores profundos en los huesos que le quitaron la energía y le pesaron como una roca. Cada toque a su piel con el más mínimo indicio de presión hacía que el dolor floreciera por su cuerpo como gotas de tinta esparcidas en un vaso de agua. Era algo interminable y debilitante, que lo dejaba principalmente postrado en cama a medida que pasaban los días.

Como Severus prometió, un frasco de ungüento dittany fue entregado a los dormitorios la primera noche que regresó, y desde que apareció, Theo lo aplicó cuidadosamente en la piel arrugada e irritada del rostro de Draco. Se sintió culpable por estar tan feliz de que Theo se quedara en la escuela durante la Pascua, pero lo eliminó con el efecto adormecedor de las pociones para el dolor y la sequía calmante.

Pansy regresó dos días antes de que se reanudaran las clases, y casi ahogó el dormitorio con agua del lago que se filtraba por las ventanas que se agrietaron y se astillaron por la fuerza de su magia. Se arrodilló al lado de su cama y pasó las manos sobre su cuerpo, con cuidado de no tocar las terminaciones nerviosas dañadas y en proceso de curación. Theo se arrodilló a su lado y la abrazó contra su pecho mientras ella sollozaba y gritaba al ver a su mejor amiga desfigurada e incapacitada.

Hizo todo lo posible por calmarla, para decirle que estaría bien. Que él sanaría, ellos sobrevivirían y la guerra eventualmente terminaría. Pero últimamente las palabras no le abandonaban fácilmente. Se le pegaban al paladar como espesas gotas de miel y le obstruían la garganta con tanta fuerza que a veces sentía como si estuviera respirando a través de enredaderas espesas y espinosas. Su voz no era más que un susurro ronco la mayor parte del tiempo, y sus ojos a menudo se desenfocaban mientras los restos de la maldición causaban estragos dentro de él.

“Nunca dejaré que te toque otra vez, Draco. Ni siquiera dejaré que se acerque a ti. Dejaré estupefacto a Potter y se lo entregaré a los mortífagos en bandeja de plata si eso significa que nunca más tendrás que sufrir”. Pansy le dijo. Sus mejillas estaban surcadas de espesos y negros rastros de maquillaje de ojos seco y vio dónde su lápiz labial oscuro se había corrido sobre sus dientes. Ella continuó planeando la desaparición de todos y cada uno de los que se le ocurrían y, mientras hablaba, él centró su atención en sus ojos brillantes y centelleantes.

Siempre le habían encantado los ojos de Pansy. Le recordaban al rico y decadente chocolate elaborado con los mejores granos de cacao. Ella era tan hermosa y él necesitaba que ella lo supiera. No le importaba la guerra ni Tom ni lo que carajo estuviera pasando fuera de las mazmorras en ese mismo momento. Sólo se preocupaba por sus amigos y su familia, las personas por las que seguiría tomando crucios si eso los mantenía a salvo de cualquier daño.

“Eres… tan hermosa… Pans”. Él pronunció las palabras en un susurro, interrumpiendo su diatriba, y trabajó duro para mantener sus ojos enfocados en los de ella.

“Vete, imbécil”. Ella gimió y una leve sonrisa apareció en sus labios mientras él veía cómo el rubor subía a sus mejillas.

“Te amo.” Él respondió y frunció los labios un poquito para lanzarle un beso.

“Yo también te amo, completo imbécil”. Ella lloró y hundió la cara entre las manos. Theo hizo ruidos tranquilos para hacerla callar y meció su cuerpo lentamente, manteniéndola bien protegida en su agarre.

Entonces Draco se quedó dormido, demasiado exhausto para levantar sus pesados párpados.

Durmió durante horas (o tal vez días, no podía decirlo) y al despertar fue recibido por el rostro preocupado de Blaise Zabini. Parecía como si Blaise hubiera acercado una silla para sentarse pacientemente al lado de su cama, con los codos sobre el edredón y la barbilla apoyada sobre los dedos entrelazados.

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