Prólogo

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"A veces es mejor pararse a intentar sacar el sentido de las cosas. La vida no es clara, siempre hay zonas grises." - Alexandra Adornetto











Hace dos años





No puede ser posible. Debe ser un error. Esto no nos puede estar pasando a nosotros, no cuando teníamos planeado un futuro juntos. 

Miro a Cameron que está sentado junto a mí. No ha pronunciado una palabra desde que el doctor nos dio la noticia. Maldita sea, si no me gustaría que me diera algún signo de lo que está pensando. Pero no, tiene la misma expresión ausente desde que el  doctor nos dijo que Cam tenía cáncer.

CÁNCER.

Ya sabes, esa enfermedad que últimamente ha atacado tanto al mundo entero, resulta que ahora quiere llevarse a mi novio. Trato de parecer serena frente a esta situación, pero es imposible pues una lágrima ya se ha escapado por el rabillo de mi ojo izquierdo. El doctor se da cuenta de mi reacción y me da una mirada de compasión. Oh vamos, métase su compasión por él...

- Lo siento mucho. De verdad, Cameron - dice el doctor interrumpiendo mis pensamientos. Cameron parpadea, abre la boca para decir algo y luego vuelve a cerrarla. Asiente. Dios, como quiero abrazarlo y besarlo; hacerlo sentir mejor, pero no lo haré porque eso significaría que sus pensamientos lograron atravesar la máscara de su cara dejándome ver lo asustado que está, y sé que eso es lo que menos quiere, para que no me preocupe. Qué irónico, porque yo no quiero que vea lo asustada que estoy. Y sin embargo, lo sabe pues me aprieta la mano.

- Cam, di algo. Por favor - pronuncio en voz baja, dándole un apretón en la mano también. Me mira, cierra los ojos y cuando vuelve a abrirlos, sé con certeza que va a luchar por estar bien de nuevo. Porque su mirada me transmitió todo el amor que siente por mí, y sé que eso lo ayudará en esta gran batalla contra el cáncer.

- Quiero iniciar con las quimioterapias lo más pronto posible - dice Cameron decididamente. Suelto un suspiro de alivio. - Aunque este cáncer sea agresivo, no voy a rendirme. No, cuando tengo tantas cosas importantes en mi vida - dice lo ultimo mirándome fijamente. Me da una de esas sonrisas en las que deja ver sus hoyuelos. Mierda, como amo a este hombre. Le devuelvo la sonrisa, hasta el punto de mostrar mis dientes.

- Muy bien. Entonces, programaré tu primera sesión para la próxima semana - dice el doctor. Cameron se tensa. No esperaba que todo comenzara tan rápido. Le acaricio la mano para aliviar su tensión.

- Muchas gracias, doctor - digo regalándole una sonrisa amistosa. Me sonríe también, y se pone de pie para salir del consultorio en el que nos encontramos. Cierra la puerta tras de sí.

- Todo va a estar bien. Lo sabes, ¿verdad, Ana? - me pregunta Cam.

Ahora que nos encontramos solos, mis sentimientos están a flor de piel, me estoy sofocando con ellos: miedo, angustia, tristeza; pero sobre todo amor, amor por este hombre. Así que en vez de hablar, porque no confío en que no me vaya a poner a llorar, asiento. Sin mirarlo.

- Ana, mírame - dice en voz baja. Sé que todo esto le duele tanto como a mí, pero si no quiero terminar llorando no puedo mirarlo a los ojos. Siento como coge delicadamente mi barbilla y gira mi cara para que quede justo frente a la suya. Pero aún así me niego a que mis ojos se claven en él. No puedo. Oh dios, estoy empezando a ver borroso. No llores Ana. No llores, maldita sea. Debes ser fuerte. - Ana, por favor - dice ahogadamente. Es ahí cuando sin pensarlo, enfoco mis ojos en él. Y lo que veo me deja sin aliento.

Sus ojos están tan acuosos, que pasaron de su color miel natural, a un verde oscuro. Su ceño está fruncido. Su boca está en una delgada línea, tratando de impedir que sus lágrimas salgan.

Cameron siempre ha sido tan hermoso, de manera masculina: complexión gruesa sin irse a los extremos, midiendo casi 1.80; que antes de que comenzaremos a salir siempre creí que era una especie de dios intocable. Ahora aquí, sentado delante de mí a punto de llorar por una noticia que nos está destruyendo a ambos, sé que nunca fue ni será intocable para mí. Porque es mío.

- Tienes razón, todo va a salir bien - le digo. Me inclino hacia él y le doy un beso en la comisura de los labios - Porque estamos juntos, y eso es lo importante, ¿no? - digo sonriendo. Acerco una mano a su cara y le quito las lágrimas que han comenzado a descender por sus mejillas. Él coge mi mano y se la lleva a los labios. Luego me sonríe. Y, oh dios mío, creo que me enamoré de él por segunda vez.
















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