Capítulo XV

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"Somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser." – William Shakespeare





– Así que, ya sabes yo le dije a Jhon que me consiguiera una chica para esta noche – oigo que dice Max. Logro reconocer el término "chica" en su frase, aunque respondo con un simple Mmm.

Max se gira hacia mí cuando el auto se detiene en un semáforo. Sintiéndome observada, también me giro hacia él.

– ¿Qué decías? – le pregunto. Él rueda los ojos, mira hacia el frente y acelera cuando el semáforo vuelve a cambiar, entonces dice:

– No le has prestado atención a nada de lo que te he dicho, ¿verdad? – mis mejillas se vuelven rojas, al saber que se dio cuenta de lo distraída que estoy. Niego con la cabeza.

– No, lo siento. Estaba un poco distraída – le digo. Él suelta una risita sarcástica.

– Sí, me di cuenta – suelto un suspiro. Y me vuelvo de nuevo hacia la ventana.

He estado sumida en mis pensamientos desde que Max me recogió del hospital, lo llamé como el pidió que lo hiciera; y así como lo prometió que lo haría, fue por mí inmediatamente. Sin embargo, no he logrado dejar de pensar en la nota que dejaron sobre mi casillero: Ahora, ¿qué opinas sobre revelar la verdad que mantienen escondida de ti? No sé quién, o por qué dejó esa nota, pero de lo que sí estoy segura es que voy a averiguar de qué se trata.

Mi mente da vueltas tratando de pensar en una sola razón por la que alguien del hospital sabría algo que me concierne, porque joder, desde que empecé a trabajar allí he tratado de mantener mi vida fuera de esas paredes. Pero aquí estoy, sentada en el auto junto a Max sin prestar atención a lo que sé es importante para él, sólo porque alguien sabe algo. Algo que no tengo ni puta idea de qué es.

– ¿Alguna vez me mentirías acerca de algo, Max? – le pregunto, antes de saber lo que estoy haciendo. Max me lanza una mirada rápida, y luego vuelve su concentración hacia el frente.

– ¿Por qué preguntas eso? – pregunta en cambio. Su tono de voz ha subido un poco. Me giro hacia él y respondo:

– No sé, sólo me lo preguntaba – él asiente. Su ceño está fruncido y comienzo a sentirme mal por no haberlo escuchado. El hecho de que estemos comenzando a salir, no quita que sigo siendo su mejor amiga.

– ¿Qué pasa? – dice cuando se da cuenta que lo estoy mirando fijamente. Sacudo la cabeza.

– Nada – digo y me inclino hacia él. Pongo un casto beso sobre su oreja y escucho que inhala fuertemente. Me retiro un poco, aunque no lo suficiente para dejar de percibir su aroma. – Entonces, ¿lo harías? – presiono.

– ¿De qué hablas? – su voz tiembla. Mierda, creo que el beso le afectó.

– Sobre si me mentirías – explico. Esta vez, siento que su cuerpo se tensa. Mi ceño se frunce.

– ¿Qué está pasando en realidad, Ana? Nunca me harías ese tipo de pregunta si no tuvieras una razón, así que dímela – dice. Miro hacia abajo tratando de decidir qué tanto debo decirle, pero al final decido por no decirle nada acerca de la nota. Sé que si lo hago, él se pondrá como loco, y la verdad es que necesito estar calmada y no estresada para resolver esta mierda.

– Es que una compañera, Melissa, nos contó que su novio la había engañado con otra mujer. Ella lo sospechaba, pero él siempre se salía con la suya en hacer que ella dejara de sospechar. Entonces, pensé en nosotros, pensé sobre si me mentirías acerca de algo así – miento. Ahora es el turno de Max para fruncir el ceño, aunque empieza a hablar:

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