Capítulo IX

18 0 0
                                    


"En un beso sabrás todo lo que he callado." – Pablo Neruda







Ay dios, este hombre me va a matar si me sigue besando de esta manera.

Muevo mis manos en un intento de tocarlo, y cuando él se da cuenta de lo que quiero, me suelta. Pongo mis manos sobre su pecho, recorriéndolo y sintiendo su dureza. Max me abraza por la cintura y me pega a su cuerpo. En el fondo sé que esto está mal, pero no quiero detenerme.

Siento como si mi cuerpo estuviera a punto de derretirse por el calor de su cuerpo, y aunque sé que eso es imposible me gustaría fundirme con él. No puedo creer lo que estoy pensando, pero es que este beso me está calentando en lugares de los que no tenía idea que se podían incendiar. Porque así me siento, como en un maldito incendio. De un momento a otro, Max introduce su lengua en mi boca y no puedo evitar que la mía salga a su encuentro. Sería tan bueno quedarnos así para siempre. Como si su boca me perteneciera sólo a mí, y él no tuviera que besar a ninguna otra chica.

Por un año he visto de primera mano, como muchas chicas han pasado por las manos de Max. Han sido demasiado afortunadas de poder tocarlo y besarlo, mientras que yo tengo que mirar. Tan sólo me gustaría no ser la novia de su hermano muerto. Eso lo complica aún más. Y sin embargo esta vez, el pensar en Cam no es lo que me hace detenerme.

Entrelazo mis brazos por detrás de su cuello y él pone sus manos en mi trasero. Y eso es lo que hace que me quede congelada. Max deja de mover sus labios sobre los míos, cuando se da cuenta que ya no le estoy devolviendo el beso.

Él se acostó con Megan esta noche.

Max se separa de mí, y coge mi rostro en sus manos. Yo mantengo mis ojos cerrados porque no quiero ver su expresión.

- Ana, mírame – ordena. Yo cierro más los ojos, si es que eso es posible. - ¿Qué pasa, Ana? – me pregunta preocupado. Abro los ojos y lo empujo lejos de mí, sacando fuerzas de donde no las tengo. Él trata de acercarse a mí y yo me escapo de su intento de agarrarme. Miro su rostro y tiene una expresión herida.

- Eres un asco, Max – digo. Él abre los ojos y retrocede como si le hubiera dado un puñetazo. – Primero te follas a Megan, y luego vienes aquí tan borracho como puedes y me besas – le digo dolida. Él frunce el ceño. - ¿O me vas a decir que no lo hiciste? – le pregunto. Aunque en el fondo tengo la leve esperanza de que no lo haya hecho. Él me mira intensamente sin pronunciar una palabra. Sí, lo hizo.

Camino hasta la ventana y me paro frente a ella. En el reflejo, veo a Max pararse tras de mí. Nuestros ojos se encuentran en el reflejo y nos miramos sin despegar la mirada del otro.

- Lo siento – me dice. Yo me encojo de hombros.

- No lo hagas. Si me besaste es porque estás borracho. Mañana ya no recordarás nada de esto – le digo, encogiéndome de hombros. Él niega con la cabeza, luego se da media vuelta y se tumba en la cama. Me quedo en la misma posición durante unos cinco minutos más. Luego me giro y me recuesto contra el vidrio, mientras observo el pecho de Max subir y bajar. Creo que ya se durmió.

No puedo creer que esto esté pasando. Max me besó, y lo peor de todo es que yo le devolví el beso. Ni siquiera cuando el nombre de Cam se cruzó por mi mente, me sentí mal. En realidad, me sentí demasiado bien. Max sabe lo que hace a la hora de besar, pero eso no quita el hecho de que cometí un gran error; y que además me gustó que me haya besado. Suelto un suspiro y camino hacia la cama; me meto entre las cobijas, y luego cierro los ojos. Cuando amanezca todo será distinto. Tiene que serlo.

TREASUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora