Capítulo XII

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"Estás entre lo que quiero tener y lo que me da miedo tener." – Marilyn Monroe










- ¡Fondo, fondo, fondo, fondo! – gritan todos a mi alrededor, mientras bebo el último trago de cerveza. Luego, lanzo a través de la habitación la lata, la cual se estrella contra una pared por encima de la cabeza de un chico. Este me fulmina con la mirada.

- Ten más cuidado, Ana – dice. No lo reconozco de ningún lado, así que no tengo ni idea de porqué sabe mi nombre.

- Lo siento, amigo – me disculpo. Le regalo una sonrisita, y él me la devuelve. Me giro hacia una muy risueña Lee.

- Esa es mi amiga – exclama. Camino hacia ella.

- ¿De qué hablas? – le pregunto. Ella menea las cejas en mi dirección, y señala al chico al que casi golpeo con esa lata.

- De ese chico – responde. Yo la miro sin entender. Ella suelta un suspiro. – Pues que le sonreíste y él olvidó que casi lo golpeas – termina. Yo continúo mirándola.

- Ajá – digo. Lee gira los ojos, y toma mi rostro entre sus manos.

- Anabelle Callaway, tienes un maldito encanto sobre los hombres – me grita. Siento que las personas cerca a nosotras voltean a mirarnos, y mi rostro se torna rojo. Me suelto del agarre de Lee.

- Baja la voz – le pido. Ella bufa, y mira a su alrededor.

- ¿Se les perdió una vida propia, o qué? – pregunta. Las personas dejan de mirarnos inmediatamente.

- Gracias. Aunque eso fue algo... malvado – digo. Ella se encoge de hombros.

- Me gusta ser malvada – dice. Yo elevo una ceja.

- De acuerdo, sigue con tu maldad. Pero por favor, no grites frente a las personas que tengo alguna especie de hechizo sobre los hombres, cuando no es así – me cruzo de brazos.

- Vamos, Ana. Deja el mal humor – me pide. Pasa un brazo sobre mis hombros, y comienza a caminar.

- No estoy de mal humor – le digo. Ella me mira de reojo, y luego, mira de nuevo al frente.

- Sí, como no – dice.

- Es en serio – le digo enojada. Ella se detiene y me mira de nuevo.

- Ahí lo tienes. Estás de mal humor – señala mi ceño fruncido.

- Claro que ahora estoy de mal humor. Pero por tu culpa, porque antes no estaba así – le reprocho. Lee comienza a caminar de nuevo.

- No hay problema, amiga. Te llevaré hacia tu hombre – me dice.

- ¿Cuál hombre? ¿De quién hablas? – le pregunto.

- De Max, por supuesto. ¿De quién más? – se ríe. Trato de detener nuestra caminata, aunque siento que el mundo se me mueve.

- Mierda – digo. Me tambaleo hacia atrás, pues al igual que yo, Lee también está un poco borracha. Caigo de espaldas contra una suave pared. Esperen, ¿desde cuándo las paredes son suaves?

- No lo son – dice alguien. Echo la cabeza hacia atrás. Miro hacia arriba, y me encuentro con el rostro de Max.

- Hablando del rey de Roma y él que se asoma – dice Lee. Se gira, y camina lejos de nosotros.

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