"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un sólo instante."- Oscar Wilde
Hace un año
Me remuevo entre las cobijas no queriendo levantarme aún. Aunque sé que la pereza no me durará mucho más, gracias a ese maldito despertador que no ha dejado de sonar. No sé cómo pude dejar que Kay me convenciera a cerca de comprarlo. Creo que ella me odia, porque sino, ¿quién carajos te aconseja comprar un despertador que suena como las ballenas cuando están teniendo sus bebes? Sí, no es el mejor sonido. Créeme. Oigo como se abre la puerta de mi habitación
- Apaga esa maldita cosa, Ana, antes de que lo haga yo misma con el martillo - dice Natalee acercándose a grandes zancadas. Abro un ojo para verla de pie junto a mi cama. Está con el martillo en la mano apuntando el despertador. Vuelvo a cerrar el ojo. Por mí está bien si acaba con ese monstruo. – Anabelle, hablo en serio - dice amenazadoramente. Abro ambos ojos, y me siento aún entre las cobijas. La miro y me encojo de hombros. Ella me da una sonrisa cómplice. Sabe que también lo odio.
- Ni se te ocurra hacerlo, Lee - dice Kay entrando a mi habitación, justo cuando Natalee bajaba el martillo. Ella suelta un suspiro de fastidio, se da media vuelta y enfrenta a Kay.
- Esa cosa es un verdadero monstruo, Karen. Lo sabes - dice. Kay eleva una ceja, y da un paso hacia Natalee para quitarle el martillo. Aunque para Lee es demasiado fácil esquivarla.
Karen es una chica de 1.55. En realidad, no es muy alta que digamos aunque tiene un cuerpo para morirse. Natalee y yo le decimos Kay de cariño. Desde pequeñas creemos que suena a algo diminuto, como ella. Kay es una belleza pues sus ojos tienden a ser azules, y su piel es de un blanco precioso resaltando así, su cabello castaño claro. Esta chica es una especie de reina del budismo. Toda su vida se centra en su maldito mantra: "La paz interior es mejor cuando tienes en orden tu vida". Ruedo los ojos interiormente.
Por el contrario, Natalee es tan alta midiendo 1.75 que cuando pequeñas creíamos que venía de las jirafas. Ridículo, lo sé, pero éramos unas niñas. Le decimos Lee, porque...bueno, porque su nombre termina en esas tres letras. Natalee es una preciosidad también, sus ojos son tan negros como la noche, al igual que su cabello. Los hombres babean por ella, literalmente, cuando vamos a algún lugar. Digamos que Natalee es la fiera de las tres. Desde pequeñas siempre ha sido la protectora de Kay y yo.
Viéndolas discutir, me doy cuenta que en realidad yo no soy nada especial. Soy más alta que Kay, pero más baja que Lee: mido 1.65. Tengo bastantes curvas, y aunque me siento bien conmigo misma, a veces pienso que es lo único especial que tengo. Mi cabello es rojizo. Sí, rojo natural, igual que mamá. Cuando era pequeña todos decían que al ser grande, sería una pelirroja preciosa. No lo soy. El color de mis ojos es de un verde tan soso, que a veces creo que un perro enfermo del estómago se cagó en ellos.
Me inclino hacia la mesa de noche y oprimo un botón del monstruo, e inmediatamente la cosa se calla. Para mi sorpresa, Kay y Lee también. Me pongo de pie y camino descalza por mi habitación. Mis dos mejores amigas me miran con el ceño fruncido. Luego vuelven a ignorarme. Fantástico.
- ¿Ves que no era tan difícil apagarlo manualmente? A veces creo que aún vives en la era Neanderthal, Natalee – dice Kay dándole un pequeño empujón a Lee, quien le lanza una mirada asesina. Suelto una gran carcajada. Ambas voltean a verme, así que me tapo la boca con ambas manos. Ellas sonríen de alivio, ya que no río mucho desde que Cam murió, y cuando lo hago ellas son las únicas que presencian esos momentos. Después de todo son quienes las producen.
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TREASURE
Teen FictionTres preguntas definen esta historia: 1. ¿Podrías aceptar un secreto que guardaban de ti, dos personas que amas? | 2. ¿Serás capaz de olvidar el pasado, para empezar a amar de nuevo? | 3. ¿Lograrán sanar las heridas, para que estas no trasci...