Capítulo XIII

10 0 1
                                    

"Hay algo roto en esas sonrisas que alumbran la vida de los demás." - Benjamín Griss













Me remuevo incómodamente por el peso que siento sobre mi estómago y mis piernas. Abro los ojos y me encuentro con el rostro de Max a centímetros del mío. Mi corazón salta en mi pecho, al recordar lo que pasó anoche.

Paseo mis ojos sobre todo su rostro y una vez más, me doy cuenta de lo hermoso que es. Su barba está creciendo, parece que no se ha afeitado en unos cuantos días, pero me encanta cómo se ve en él. Muevo mi mano hasta que la poso sobre su mejilla, y entonces, sus ojos aún cerrados se remueven inquietos haciendo que me ponga rígida. No quiero despertarlo.

Cuando veo que no hay peligro de que despierte, comienzo a pasar la yema de mis dedos por su rostro. Me encanta tocarlo. Desde que hicimos las paces, siempre encontraba la manera de tocar su rostro, por eso decidí ser yo quien lo curara después de una pelea.

Se ve tan tranquilo cuando está dormido. Es como si, cuando duerme, el mundo allá afuera no existiera para él. Fuera una invención de su imaginación, mientras que, sus sueños son la realidad. Sé que hay algo que le preocupa, pero no me lo dirá hasta que sienta que es seguro decírmelo, y aunque no me gusta debo aceptarlo, porque así es Max. Aun así, me gusta verlo tan tranquilo como lo está ahorita. Siento que una sonrisa comienza a extenderse por mi rostro.

Entonces, mi celular (el que me prestó Caleb) comienza a sonar. Gracias a Dios anoche no bebí tanto porque, o sino, estaría odiando a Muse en estos momentos.

Giro la cabeza hacia el otro lado para localizar en dónde podría encontrarse. Al volver la cabeza hacia Max para poder salir de debajo de sus extremidades, me encuentro con sus ojos totalmente abiertos.

- Hola - su voz es ronca.

- Hola - respondo sonriéndole. Él me devuelve la sonrisa, aunque esta es un poco perezosa. Me gusta ese tipo de sonrisa, así que sin darme cuenta me muerdo el labio inferior. Inmediatamente, la mirada de Max viaja hacia allí.

- Tu celular está sonado - dice sin despegar su mirada de mis labios. ¿Mi celular? ¿Cuál celular? Sólo estoy malditamente concentrada en la mirada que Max le está dando a mis labios como si quisiera devorarlos, y mierda, si no quiero que lo haga.

- Mmm - digo. Algo tenía que hacer, lo sé.

- Ana, tu celular - dice divertido. Mi cordura vuelve a mí cuando él deja de mirar mis labios.

- Mi celular, sí - sigo un poco atontada. Entonces, vuelvo a escuchar que suena el celular. Trato de levantarme, pero recuerdo que Max está prácticamente sobre mí. Lo miro y él tiene una sonrisa burlona en su rostro. - Oye, necesito mi cuerpo entero para moverme - digo, señalando el hecho de que su pierna izquierda está sobre las mías, y que su brazo izquierdo está sobre mi estómago manteniéndome cautiva bajo él.

- Mierda, sí. Lo siento - se quita rápidamente de encima, y yo me levanto de la cama. Camino hacia el escritorio y tomo mi celular. En la pantalla está el nombre de la jefe de enfermeras con la que trabajo en el hospital. Deslizo mi dedo por la pantalla y respondo:

- ¿Hola? - me giro en dirección a la cama, y me recuesto contra el escritorio. Max me está mirando.

- Hola. Ana, te necesito esta tarde en el hospital. El doctor Méndez tiene una cirugía y me pidió que lo asistiéramos juntas - dice Ellie. Mi sorpresa es tal por la petición, que Max frunce el ceño, se levanta de la cama y camina hacia mí.

- ¿Estás segura, Ellie? - le pregunto. Miro a Max, y él al ver la confusión en mi rostro, me pregunta en un susurro si algo va mal, niego con la cabeza.

TREASUREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora